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22 de julio de 2025

Perú: Canguros y candidatos

Patricia del Río

Las primeras elecciones en tiempos de IA nos colocan la valla más alta

Vaya que vivimos en tiempos de inteligencia artificial. Desde que se lanzó ChatGPT en noviembre de 2022 hasta hoy, el avance de la tecnología ha sido vertiginoso: lo usan los escolares para hacer sus tareas, los marketeros para sus campañas, los periodistas para sus notas, los bancos para detectar fraudes, los médicos para afinar sus diagnósticos… y la lista sigue. Según diversos estudios hechos en nuestro país, el 57 % de los trabajadores peruanos ya utiliza la IA en sus labores diarias, y el 99 % de quienes la usan opina que les facilita el trabajo. El mundo ha cambiado, y llegará el momento en que ni siquiera podremos recordar cómo vivíamos antes de esta herramienta. Mientras tanto, estamos en un periodo de adaptación y reconocimiento que no es siempre fácil. Por ejemplo, uno de los grandes retos que nos impone el avance diario de la IA es saber cuán confiable es lo que tenemos frente a nuestros ojos.

Hace como un mes, por ejemplo, se viralizó un video en el que una mujer discutía con el personal de una aerolínea porque no la dejaban embarcar con un canguro. En el video, que me llegó varias veces por distintos medios, la mujer argumentaba que debían dejarla subir porque el canguro era su animal de apoyo emocional. La situación era bizarra, pero el realismo del video hacía pensar que se trataba de un hecho verídico y debo confesar que por un momento casi me lo creí. Pero cuando investigué un poquito, caí en cuenta de que había sido creado con inteligencia artificial. Lo que más me sorprendió, sin embargo, fue la cantidad de personas a las que escuché narrar la anécdota como si fuera real. No se habían enterado de que se trataba de un video falso, hecho en broma por alguien con ganas de tomarle el pulso a la credulidad ajena.

¿Es grave no poder detectar si lo que vemos realmente ocurrió o existe, o si fue creado por una máquina? Depende. Si se trata de una anécdota graciosa que involucra gatitos, canguros o libélulas, pues, salvo quedar como unos pánfilos por habernos dejado engañar, no pasa nada. Pero ¿qué consecuencias puede traer que creamos imágenes o videos que afecten la honra o la reputación de otras personas? ¿Cómo se va a regular el uso de imágenes falsas diseñadas con el ánimo de dañar o difamar?

En 2026 tendremos una campaña electoral que se anuncia caótica. Lo más probable es que tengamos compitiendo a más de treinta candidatos a la presidencia, cada uno de los cuales arrastrará a 130 candidatos a diputados y 60 a senadores. Serán, además, las primeras elecciones atravesadas de lleno por la inteligencia artificial. En una contienda donde habrá más de cinco mil candidatos buscando un puesto, ¿quién controlará que los videos o fotos que nos lleguen como parte de la campaña sean reales? ¿Cómo sabremos si el candidato de turno realmente no quiso comerse un chicharrón o si se trata de un video trucado? ¿Quién nos advertirá que la escena en la que una candidata presidencial se mete un chape con su archienemigo es falsa? Es cierto que siempre ha existido la posibilidad de alterar imágenes, pero nunca antes había sido tan fácil, tan eficaz, ni tan accesible. Hoy, cualquiera puede hacerlo, y por más que salgan comunicados o el Jurado Nacional de Elecciones imponga sanciones, ya sabemos que desmentir una imagen viral es una tarea titánica.

En tiempos de inteligencia artificial, el verdadero poder no estará solo en quién diga la verdad, sino en quién logre convencer a más gente de que su mentira es cierta.

https://jugo.pe/canguros-y-candidatos/

https://www.leerydifundir.com/2025/07/peru-canguros-candidatos/

 

13 de julio de 2025

Perú: El (des)precio de Dina

Maritza Espinoza

La reciente actitud de Dina Boluarte hacia la prensa refleja un profundo desprecio por la opinión pública. La presidenta se ha negado a rendir cuentas a los ciudadanos que le pagamos el sueldo.

Cuando un político se niega a responder a un periodista -o se va por la tangente, que es lo mismo-, demuestra su absoluto desprecio por la opinión del público, poco o mucho, que sigue a ese periodista y al medio de comunicación en el que trabaja. Cuando se trata de la jefa de Estado todavía es peor, porque suma al desprecio la insolencia, pues cada uno de los peruanos a los que escamotea una respuesta digna es, en buena cuenta, su empleador. Para que se entienda mejor, su jefe.

Es decir, todos los ciudadanos la contratamos para la función de gestionar el país cuando la plancha presidencial que integraba (a la que luego traicionó al aliarse con la ultraderecha, pero esa es otra historia) ganó las elecciones del 2021 y cada ciudadano le paga el sueldo -ese mismo que acaba de subirse muy oronda- con el dinero de nuestros impuestos. Y como bien entenderá cada empleado que trabaja en una empresa, hay que ser muy desfachatado para pensar que no debes rendir cuentas a quien te paga el sueldo.  

Pero Dina Boluarte ha llevado su, digamos, insubordinación laboral a límites tan extremos que ya uno no sabe si  se trata sólo de un desmesurado cinismo, de una sensación de impunidad basada en el apoyo del pacto mafioso que todavía la sostiene (hasta que deje de ser funcional a sus intereses) o si la doña tiene, de verdad, algún problema siquiátrico que le impide percibir lo incorrecto e indecoroso de su cada vez más desvergonzada actitud.

Probablemente sea una mezcla de las tres explicaciones, sumadas a la cámara de eco en la que  vive agazapada, rodeada de personajillos de cuarta que le frotan el ego, la halagan hasta la extenuación y le presentan toda suerte de realidades ficticias (“las encuestas mienten”, “la prensa nos odia”, “el apoyo de la Señora K será eterno”), mientras aprovechan la situación para hacer usufructo de su cercanía en toda clase de pillerías.

Dicho en criollo, la percepción de la ciudadanía -de la cual, siendo generosos, sólo la aprueban dos de cada cien, porque su popularidad es del 1.8%, que, por el margen de error, bien podría ser cero-, le llega altamente y lo ha demostrado desde el día uno de su mandato, cuando no sólo decidió que se quedaría hasta el fin del período cuando todo el mundo exigía un gobierno de transición, sino que, ante las protestas, no dudó en avalar el asesinato de más de medio centenar de compatriotas.

Su menosprecio a la opinión popular también se expresa en las poco elaboradas mentiras con que explica sus desaguisados (casi como si le diera flojera esforzarse un poco), desde el argumento de los "ponchos rojos" y "las armas hechizas" con que “justificó” los asesinatos, hasta la cirugía “por necesidad médica” que era un banal estirón de pellejo y enchulamiento general, pasando por el Rólex "de antaño" que resultó de reciente data (y precio descomunal) y, la ultimita, cuando atribuyó el subidón de su sueldo al supuesto “cumplimiento de las reglas de Servir” y no a su insaciable y ya proverbial angurria monetaria.

Todos los políticos mienten, pero por lo menos se cuidan de que sus mentiras sean creíbles y no dejen un reguero de cabos sueltos en el camino. Pero la presidenta que nos ha tocado en (mala) suerte, es una fábrica inagotable de ficciones inverosímiles y, a su lado, Alejandro Toledo es un discípulo de George Washington (el paladín de la verdad, según un mito gringo). Lo peor es que sus mentiras envuelven casi siempre faltas gravísimas, como la muy probable falsificación de su firma en un documento oficial durante los días de su reposo médico, algo que sus aliados del Pacto Mafioso se han negado a investigar.

El desparpajo presidencial es todavía más escandaloso si tenemos en cuenta que se ha negado en redondo a responder a cualquier interrogatorio de la prensa (que, repetimos, sólo es el intermediario de las inquietudes ciudadanas)  y, más bien, se ha dedicado a hacerse la víctima, maquillar respuestas obligatorias por ley de Transparencia y hasta ensayar respuestas farsescas, como la que dio esta semana a un periodista (Jorge Madico, reportero de Panamericana) que le preguntó si realmente merecía el aumento de sueldo que se ha tramitado.

Nunca, en nuestra historia reciente, se ha dado el caso de un mandatario que se zurre tan olímpicamente en las demandas de la prensa, incluso cuando los grandes medios de comunicación les eran absolutamente hostiles, como en el caso de Ollanta Humala o Alejandro Toledo, que enfrentaron críticas, denuncias y hasta insultos día por medio. Con los cuestionables que puedan ser estos ex jefes de Estado, siempre tuvieron la entereza de dar explicaciones y tener claro que, detrás de esos medios, estaba la ciudadanía a la que debían el cargo que ostentaban.

En cambio, doña Dina jura que goza de una especie de burbuja de impunidad que le permite desdeñar a la opinión ciudadana y seguir haciendo y deshaciendo a su antojo y conveniencia del poder que le confirió la casualidad. Pobre. No falta mucho para que despierte de su sueño. Mandatarios con mucho más apoyo popular han sido alcanzados por las manos de la justicia y del repudio ciudadano. Todos sus antecesores (salvo Valentín Paniagua y Francisco Sagasti) pueden dar fe de ello. Y ella, aunque quiera hacer la del avestruz, no será la excepción.

https://larepublica.pe/opinion/2025/07/10/el-desprecio-de-dina-por-maritza-espinoza-hnews-122390

12 de julio de 2025

Perú: Señora Mentira

Pedro Casusol

"El gran problema de Keiko Fujimori no es el formato ni el media training, es que tiene el encanto de una pared sin tarrajear"

Nos referimos la semana pasada al intento de la presidenta y de su asesor por preparar una especie de “Dina TV”, programa televisivo en el canal del Estado para que la señora que despacha en Palacio de Gobierno pueda “ganarse” al público con su personalidad y su talento para desenvolverse ante las cámaras. En fin, un intento desesperado por usar los medios oficiales para levantar su 2 % de aprobación. La idea, según advertimos, era una estupidez colosal. Entre otras cosas, porque los hábitos de consumo de información han cambiado de manera vertiginosa en las últimas décadas.

Uno de los argumentos para defender esa tesis es una verdad de Perogrullo: ya nadie ve televisión, mucho menos el canal del Estado. Su influencia ya no es lo que era. Ni siquiera la antena más caliente de la televisión podría servir para lavar la imagen de la señora de los Rolex y el medio centenar de muertos. La lógica de la comunicación política indica ahora que la atención está puesta en las redes sociales. En esas plataformas que, desde hace tiempo, capturan nuestra atención con una marea de contenido que se desborda cada vez que manipulamos nuestros dispositivos móviles.

El ejemplo más notorio de este cambio de paradigma viene del fujimorismo: tanto Kenji como Keiko se han estrenado como youtubers tardíos. En el caso de la eterna candidata, su canal de YouTube tiene más de tres meses de creado y podría tranquilamente ser un caso de estudio de lo que es el fracaso en las redes sociales. Prueba que no basta con cambiar el formato: sus videos, registros blanqueados de sus viajes proselitistas por las regiones del país, no acumulan vistas ni likes, y la mayoría de los comentarios son puro hate del tipo: “Después de tanto daño que has hecho al Perú, aún te postulas”.

El gran problema de Keiko Fujimori no es el formato ni el media training, es que tiene el encanto de una pared sin tarrajear. Por más que use plataformas digitales y se apropie del lenguaje de las redes sociales (como antes se apropió de la camiseta de la selección de fútbol) poniendo en sus portadas cosas como que el “Perú es clave” (una frase surgida de TikTok) o imitando el formato de los videoblogs para pasar por contenido lo que no es más que propaganda política, el resultado siempre será el hate. Ahora bien, ella sabe que la mochila que carga es la animadversión que genera su historia entre los peruanos, por eso hace un mes lanzó su podcast “Konfesiones”.

Se trata de un producto guionizado para que, a modo de monólogo ante la cámara, Keiko pueda reescribir su historia recurriendo al storytelling, por utilizar un término ligado a la mercadotecnia. En “Konfesiones”, la candidata se empeña en contarnos su vida desde su punto de vista, lo que constituye una manera sutil de mentir, porque nadie es villano en su propia historia. Para ello, utiliza recursos típicos del lenguaje digital: el clickbait o el formato testimonial, ilustrando su relato con imágenes generadas con IA. El resultado es precisamente ese. Se ve falso, nos da la sensación de estar viendo una burda mentira. Keiko no conecta de manera afectiva, no genera engagement, por mucho que lo intente. ¡Y vaya que lo intenta! Tal vez sea ese, más que el formato o la plataforma en donde se presente, el verdadero límite de su relato autobiográfico.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 741 año 16, del 11/07/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

15 de abril de 2025

Los medios contra la democracia

Atilio Borón

Mi reflexión sobre un tema cada vez más decisivo: el papel de los medios en la destrucción de la democracia

Desde los tiempos en que se discutía la “transición democrática” en una Latinoamérica liberada ya de las dictaduras militares que asolaron la región -es decir, en la década de los ochenta-, siempre hubo quienes sosteníamos que sin una auténtica democracia en el sistema de medios de comunicación de masas (recordar que aún estábamos a dos décadas de la aparición de las “redes sociales”) la democracia como sistema político estaría seriamente menoscabada. En otras palabras, si en el universo de los medios predomina una oligarquía: es decir, la “antidemocracia”, en el terreno de la gran política no podrá haber sino una “democracia de baja intensidad” o, en el peor de los casos, una “democradura.”

Y esto es lo que hoy tenemos en la Argentina: medios al servicio del bloque en el poder y sus esperpénticos representantes en el aparato estatal, que no sólo llegaron al Gobierno para destruir desde dentro al Estado -según la estúpida confesión del presidente, propia de un ignorante- sino que en el ejercicio de su gestión practican un constante atropello a la institucionalidad republicana, la división de poderes y al imperio de la Constitución y las leyes. En su desenfreno han convertido al Congreso y los poderes provinciales en un hediondo mercado de compraventa de votos y favores, todo realizado con el mayor descaro y sin que los severos custodios de la democracia y la República, tan activos en épocas del kirchnerismo, emitan sonido alguno. Al contrario, se hacen los distraídos y los medios y sus publicistas repiten las mentiras del Gobierno con total impunidad. Por ejemplo, hablando maravillas del “equilibrio fiscal” logrado por el Gobierno nacional y haciendo caso omiso de que esa ficción se logró gracias al despotismo de un Gobierno que deshonró sus compromisos, incumple con pagos y transferencias acordadas, se maneja con un presupuesto absolutamente anacrónico pues fue elaborado en el 2023, paraliza obras públicas imprescindibles para el bienestar y la seguridad de los habitantes, se niega a ajustar los haberes jubilatorios, se solaza en anunciar despidos en el sector público y privado y, fiel a su servilismo colonial, pone bandera de remate en todo el país al paso que alimenta sin pausa las fenomenales ganancias que la “bicicleta financiera” genera para los especuladores, re-editando una política que en el pasado condujo a este país a unas crisis de fenomenales dimensiones. Para los medios hegemónicos, representantes de la minoría que se enriquece con las políticas de Milei, está todo bien; solo les molesta, un poquitín, los malos modales y las groserías del Presidente. Pero en lo que hace a sus políticas de fondo: expropiar a los pobres y “agrandar el bolsillo de los ricos”, como dijo el Presidente, el acuerdo y el respaldo al régimen mileísta es total.

Medios que no solo mienten; también ocultan, o minimizan noticias que deberían recibir mucha más atención. Por ejemplo, el tremendo fiasco de esta décima -sí, tal cual se lee, décima- visita del presidente Milei a Estados Unidos, en su desesperada búsqueda de la foto con Donald Trump, fue ninguneada por Clarín, que no la puso en portada y se limitó a asignarle poco más de media plana, en la página 10, a la noticia. La Nación le dedicó un minúsculo espacio en el ángulo inferior derecho de su portada, remitiendo al lector a una pequeña nota en la página 17. Infobae, el periódico online, simplemente ignoró la noticia.  Página/12, en cambio, la puso en su tapa y le dedicó una nota editorial a cargo de Luis Bruschtein y un breve informe en la página 4 con el sugestivo título “Volver de Miami sin foto ni reunión.”

Este es tan solo un ejemplo de una obra que podría titularse “Los medios hegemónicos contra la democracia” porque mienten, ocultan y difaman no solo en la Argentina sino en casi todo el mundo. Se han convertido en poderes inmensos, fortalecidos con sus ejércitos de trolls y bots, y han perfeccionado las (malas) artes que les permiten, vía los algoritmos, manipular las conciencias y los corazones de la población. Compilar las mentiras que han dicho los medios en la Argentina sería una tarea de años, y sus resultados ocuparían tantos volúmenes como la Enciclopedia Británica.

Harold Pinter, dramaturgo, poeta, actor y activista político inglés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2005, dijo poco después de ser laureado que “la política exterior de Estados Unidos se define mejor de la siguiente manera: bésame el trasero o te patearé la cabeza.” Ya sabemos cuál es la opción preferida por los Milei, Noboa, Boluarte y otros políticos de su misma ralea. Y logra imponerse -sigue Pinter- porque el imperio “posee estructuras de desinformación, uso de la retórica, distorsión del lenguaje, que son muy persuasivas, pero en realidad son una sarta de mentiras. Es una propaganda muy exitosa. Tienen el dinero, tienen la tecnología, tienen todos los medios para salirse con la suya, y lo hacen”.

Los tentáculos de esas estructuras de desinformación cubren todo el planeta. Por eso, una de las tareas más urgentes, en Latinoamérica y el Caribe tanto como en Estados Unidos y en Europa, es aprobar una legislación que ponga fin a las oligarquías mediáticas, incompatibles con la promesa esencial de la democracia que no es otra que la de crear sociedades más justas y garantizar una vida plena, en lo espiritual y en lo material, para toda la población.

Fuente: https://atilioboron.com.ar/los-medios-contra-la-democracia/

Se publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

7 de marzo de 2025

Perú: Marionetas de terror

Juan Manuel Robles

"El nuevo periodismo —el buena onda— es la práctica de escuchar las dos versiones (rebatiendo una sola de ellas)"

El Perú debe ser Disneylandia para los departamentos de imagen corporativa. En casi todos lados las grandes empresas ejercen presión en la televisión, la radio y los periódicos para que circule y se propague su versión de las cosas, para que se escuche a sus gerentes y sus CEO, para que sus jefes de imagen expresen sus argumentos y lamentos. Pero en nuestro país la cosa es más terrible, porque esos funcionarios cuentan con la infinita comprensión de la gran prensa. Es alucinante. Los periodistas de los medios hegemónicos —desde el más famosillo hasta el practicante— poseen un sentido común en favor de la empresa privada, a la que defienden como si se tratara de una población vulnerable o una especie en peligro de extinción. Sin necesidad de llamada alguna o directiva del dueño, sacarán las garras cuando vean que algo —o alguien— está poniendo “trabas a la inversión”.

No es solo el dinero indirecto de la torta publicitaria. Es algo más. Es una especie de “sentido común” sembrado en los noventa, durante la comilona neoliberal con pago de cupo a Montesinos (qué tiempos aquellos en que la extorsión tenía el monopolio de un solo capo). En esos años se impregnó en el alma de jóvenes y niños la idea de que la empresa privada —sobre todo la que tiene mucho capital— vive bajo la amenaza perenne de sujetos malvados a los que se dio en denominar “enemigos del progreso”. Hombres y mujeres de los que siempre hay que sospechar, porque no hay informe técnico estructural que justifique la maldad irresponsable de cerrar un mall.

¿Sabe cuánto dinero se pierde por cada hora en que un centro comercial está clausurado? El periodista sí sabe (el departamento de imagen le mandó la alarmante cifra en el ayudamemoria).

No importan los antecedentes de desgracias evitables en empresas grandes y supuestamente serias. Utopía. Larcomar. McDonald’s. Esos señores informadores siempre van a la defensiva.

Por eso cuando un alcalde dice en vivo que debe cerrar un mall, los periodistas cumplen su deber: hacer patente su indignación y resondrarlo. Cuando ese alcalde replica que la cosa es peor, que debido a lo observado en las inspecciones el local debería ser demolido y reconstruido, los periodistas pierden la paciencia.

—Ese local es una bomba de tiempo —resume finalmente el alcalde.

—La bomba de tiempo es usted —le responden entre dientes los periodistas ya con auténtica furia. Qué poca seriedad. Demagogo populista.

Cuánta fortuna tienen esos empresarios cuando quieren sacarse de encima regulaciones y trabas. Es como si poseyeran, desperdigados por todos los medios grandes, minions eléctricos con actitud de avengers o pirañas. Dispuestos a todo.

El funcionario de la compañía que se encarga de hacerle la prensa a la empresa “injustamente clausurada” tendrá otro trato cuando llegue al estudio. ¿Qué les responde a quienes sostienen…? ¿Qué intereses podrían estar detrás de la clausura…? ¿Su empresa lleva veinte años dando trabajo al Perú, esto afecta sus planes del año? Esperemos pues que las autoridades investiguen. Créanme: ninguno de esos periodistas ha contrastado las “dos versiones” o ha mandado a algún periodista activo de la empresa a que lo haga. Ese tipo de periodismo es una práctica obsoleta, emparentada con la mala leche, y debe evitarse.

El nuevo periodismo —el buena onda— es la práctica de escuchar las dos versiones (rebatiendo una sola de ellas).

—Debemos ser muy cautos a la hora en que se cierra un centro comercial tan importante —dirá el magnate que también resulta ser presidente del gremio de ingenieros:

—Es increíble que haya tanta burocracia —le responderá el periodista, amicalmente.

—Es lamentable el comportamiento del alcalde —dirá otro representante gremial con tono de gamonal.

(La periodista no le responderá absolutamente nada).

La relación es tan buena que los jefes de imagen pueden tener exposición y ser entrevistados luego para hablar de temas en abstracto (“cómo eliminar la burocracia en las municipalidades”, “el desafío de agilizar permisos”, “¿cómo ser más competitivos?”). La química es tal que a veces los gerentes de esas agencias de comunicación invitan al periodista a cenar, total resulta que tenían amigos en común, qué loco, y aparecen posibilidades en el horizonte. ¿Piensas trabajar en medios para siempre?

La puerta giratoria es la verdadera AFP de esta gente.

Por eso cualquier empresa que se vea “asediada” por medidas de control y seguridad sabe que tiene una atmósfera inmejorable para sembrar sus “ideas fuerza” por la fuerza; no solo puede defenderse en compañía de una voz amiga sino victimizarse a sus anchas sin que el periodista le haga ver que está haciendo el ridículo.

En el número anterior de este semanario salió un reportaje estupendo sobre el colapso del techo del Real Plaza de Trujillo, en el que se detalla cómo hace unos meses los gerentes de la empresa impidieron que los inspectores municipales subieran a revisar el techo (que ya se veía con problemas). No cooperaron con ellos (y eso que ahora se sabe que los pernos enormes de la estructura habían empezado a caerse). La seguridad de esos hombres —que mandaron seis abogados a intimidar a los funcionarios— se ve respaldada por el poder y el dinero, sí, pero también por la certeza de que los más importantes medios no apoyarán ninguna medida contra el local, que de suceder se activará la maquinaria de las marionetas: que el abuso de los alcaldes, que el desincentivo a los inversionistas, que el dinero perdido.

Ahora varios de esos periodistas reculan y se acuerdan de hacer su trabajo, hasta se exaltan, pero ya es tarde. El techo del mall, colapsado por lo que parece ser una negligencia enorme —que no sorprende—, mató a seis personas y cambió para siempre la vida de varias otras. Y la gente no es tonta; se da cuenta de que en las primeras horas de ocurrido el desastre esos señores periodistas decían “un centro comercial”. Hasta que ya no pudieron.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 723 año 15, del 07/03/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

22 de febrero de 2025

Perú: Ceviche dignidad

Juan Manuel Robles

Yo que no creo en las cruzadas a favor de la gastronomía peruana ni exagero nunca con los elogios, sí pienso que hay que defender al ceviche y aclarar por todos los medios lo que no ha sido más que un malentendido terrible: que fue un ceviche peruano lo que mandó a Shakira a la clínica. Hay que defender una de las pocas cosas que tenemos mejor que nadie, que hacemos mejor que nadie, con seriedad y excelencia, el plato estrella de una constelación que, en sus mejores exponentes, oscila entre lo exquisito y lo divino. Jorge Valdano, campeón mundial y gran jugador, dijo que el fútbol es lo más importante de las cosas sin importancia. Lo dijo pensando en lo que es él: un argentino. Los peruanos podríamos decir algo similar de la cocina. Aquello que nos alegra, nos hace felices, nos enorgullece y —en los tiempos malos— nos consuela; aquello que nos permite regalar momentos que los forasteros no olvidan.

A pocas horas de su concierto en Lima, la megaestrella colombiana Shakira les dijo a los periodistas que tenía una sola cosa en mente: comerse un ceviche. Lo dijo poniendo ese gesto de goce nada-más-con-la-idea que conocemos bien. Lo mismo que le pasa, con ese y otros platos, a celebridades, ejecutivos, turistas y viajeros de todo el mundo cuando les toca llegar, pero, sobre todo, cuando les toca volver a Lima, porque ese es el gancho de la capital peruana —tan gris en casi todo—: su capacidad de sembrar sabores que invitan al eterno retorno. Shakira llegó, comió el ceviche deseado y después de esa primera noche se tuvo que ir a una clínica por una afección estomacal. Fue entonces cuando la relación causal, en tono de chiste, empezó a propagarse. La mala prensa y las redes hicieron su trabajo: el verdadero rotavirus fecal fue ese.

Y sí, ya sé que es divertido jugar con el tema, reírnos como sabemos de nuestras miserias, relamernos en nuestro tercermundismo lleno de bichos. Ya sé que nos gusta hacer mofa de la intoxicación y la bicicleta. Pero lo cierto es que no había —ni hay— ninguna evidencia real de que Shakira hubiera sido afectada por un ceviche peruano, o por algo que comiera en sus horas limeñas. No había ninguna razón para contribuir a que esa historia prevaleciera.

El ceviche peruano no es el único pero, como dijo alguna vez Gastón Acurio, es el que se ha posicionado mejor, el que sirve de inspiración y modelo base en las gastronomías globales que importan. El ceviche del Perú es desde el 2023 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad para la Unesco. Ese mismo año, y el siguiente, el Perú fue elegido el Mejor Destino Culinario del Mundo por los World Travel Awards. El 2024, la edición estadounidense del New York Times publicó un largo artículo analizando cómo la cocina peruana se ha convertido en una estrella global. Lo que hace unos años era el color local de una buena experiencia por descubrir, hoy es una presencia cada vez más ineludible en el mundo.

Digo: el crecimiento del Perú como destino culinario es real. El ceviche es protagonista, emblema y puerta de entrada. Y no es que sea sano y sagrado, por supuesto, pero tampoco se puede poner en duda alegremente el hecho de que cualquier dignatario, presidente o estrella pop pueda aterrizar en Lima y comerse el plato bandera con seguridad.

Pero claro, también para estas cosas —que no son tan importantes— nos pasa factura tener un periodismo que ya ni se puede nombrar como tal. Como el tema es farandulero, las noticias salen de las peores maneras. Nos enteramos de lo de Shakira con mucho ruido e impurezas: una reportera de Willax —el canal de las fake news— difunde como si nada la receta médica de la cantante (una foto tomada a la pantalla). Una falta ética cometida con soltura criolla, sin miramientos ni escrúpulos, un delito de un empleado de la clínica, una clínica privada y carísima donde tendría que haber ciertas garantías.

La prensa basura no se da cuenta de que su modus operandi contribuye a contaminar el tema, a cubrirlo de un manto de informalidad y negligencia que hace creíble lo peor. Gracias a su “audacia”, el mensaje que queda es este: en un país donde el empleado de una clínica del más alto nivel le filtra datos médicos a un canal de pésima reputación, es perfectamente creíble que te den los ceviches contaminados en un restaurant top.

Es importante decir que no es así. La gastronomía peruana se merece esa excepción y ese cuidado. En los años en que el país ha descendido en casi todo, el sector de gastronomía no ha hecho más que crecer, destacar y brillar. Es imposible ver esto y no hacer un contraste, por ejemplo, entre la gastronomía y la prensa de televisión, que sigue involucionando, y ha pasado a ser inexistente como referente internacional de calidad.

Willax —y los medios afines— es el negociante que abarata costos con pescado de dudosa procedencia. Es el cocinero que te da gato por liebre, el que patea para no gastar tanto. Hoy en el Perú la prensa televisiva es eso, y a veces algo peor. Pero la gastronomía no lo es, no es justo jugar con la idea de que la cocina peruana es una expresión más de la criollada que no respeta procedimientos mínimos. Such is food in the tropics.

Entre las cosas que más me llamaron la atención está la caricatura en que Shakira aparece comiendo una lata de Qali Warma, el programa estatal de alimentos para escolares que es investigado por dar conservas descompuestas, con hongos y heces de roedores. Es importante decir esto: Qali Warma es todo menos un problema de la gastronomía peruana o de sus proveedores o de la forma en que estamos acostumbrados a comer. Es un problema de una banda de delincuentes que han querido sacar provecho para robar declarando cosas que no son, inflando precios, mintiendo. Sus prácticas se parecen más a las de cierta prensa, la que nos intoxica. Vale la pena el esfuerzo por separar las cosas.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 721 año 15, del 21/02/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

27 de enero de 2025

Cómo los medios estadounidenses ocultan la verdad sobre la guerra de Gaza

Norman Solomon

A pesar de la cobertura excepcional a la guerra de Gaza, lo más importante –lo que se siente al ser aterrorizado, masacrado, mutilado y traumatizado– ha permanecido casi totalmente invisible.

Unos días antes de que terminara 2024, la revista independiente  +972 informó de que

“las fuerzas del ejército israelí irrumpieron en el recinto del Hospital Kamal Adwan en Beit Lahiya, culminando un asedio de casi una semana al último hospital en funcionamiento en el norte de Gaza”.

Mientras el fuego se propagaba por el hospital, su personal emitió un comunicado en el que decía que

“los departamentos quirúrgicos, el laboratorio, el mantenimiento y las unidades de urgencias han quedado completamente quemados” y que los pacientes “corrían el riesgo de morir en cualquier momento”.

La revista explicó que “el asalto a las instalaciones médicas en Beit Lahiya es la última escalada en la brutal campaña de limpieza étnica de Israel en el norte de Gaza, que durante los últimos tres meses desplazó por la fuerza a la gran mayoría de los palestinos que viven en el área”. El periodismo de +972, en marcado contraste con la cobertura dominante de la guerra de Gaza por parte de los medios estadounidenses, ha brindado claridad sobre los eventos en tiempo real, situándolos en un contexto general en lugar de fragmentos episódicos.

+972 Magazine es el trabajo de periodistas palestinos e israelíes que describen sus valores fundamentales como “un compromiso con la equidad, la justicia y la libertad de información”, lo que necesariamente significa “un periodismo preciso y justo que destaque a las personas y comunidades que trabajan para oponerse a la ocupación y el apartheid”. Pero los valores operativos de los principales medios de comunicación estadounidenses han sido muy diferentes.

Algunos aspectos clave de cómo el establishment estadounidense ha narrado la “guerra contra el terrorismo” durante más de dos décadas fueron habituales en los medios y la política estadounidenses desde el comienzo de la guerra de Gaza en octubre de 2023. Por ejemplo:

. El discurso rutinario evitó las voces que condenaban al gobierno de Estados Unidos por su papel en la masacre de civiles.
. El aliado de Estados Unidos generalmente elude la responsabilidad por sus atrocidades de alta tecnología cometidas desde el aire.
. Las muertes de civiles en Gaza fueron presentadas habitualmente como no intencionadas.
. Las afirmaciones de que Israel pretendía minimizar las bajas civiles normalmente se tomaron al pie de la letra.
. La cobertura mediática y la retórica política se abstuvieron de reconocer que las acciones de Israel podrían encajar en categorías como “asesinato en masa” o “terrorismo”.
. En general, los medios de comunicación y los funcionarios del gobierno de Estados Unidos transmitieron la idea de que las vidas israelíes realmente importaban mucho más que las vidas palestinas.

Los medios estadounidenses han prestado una enorme atención a la guerra de Gaza, pero si han comunicado la realidad humana de manera apropiada es otra cuestión. La creencia o la noción inconsciente de que los medios de comunicación transmitían las realidades de la guerra terminó oscureciendo aún más esas realidades. Y las limitaciones inherentes del periodismo se agravaron por los sesgos de los medios.

Durante los primeros cinco meses de la guerra, el New York Times , el Wall Street Journal y el Washington Post aplicaron la palabra “brutal” o sus variantes con mucha más frecuencia a los palestinos (77 %) que a los israelíes (23 %). Los resultados de un estudio de Fairness and Accuracy In Reporting (FAIR) señalaron este desequilibrio “a pesar de que la violencia israelí fue responsable de más de 20 veces de las pérdidas de vidas”. Los artículos de prensa y de opinión seguían la misma línea; “la palabra ‘brutal’ fue más utilizada para caracterizar a los palestinos que a los israelíes».

A pesar de la cobertura excepcional que se ha dado en ocasiones, lo más importante de la guerra en Gaza –lo que se siente al ser aterrorizado, masacrado, mutilado y traumatizado– permaneció casi totalmente invisible. Poco a poco, los relatos superficiales que llegaban al público estadounidense empezaron a parecer repetitivos y normales. A medida que las cifras de muertos seguían aumentando y pasaban los meses, la guerra de Gaza fue perdiendo protagonismo como tema de las noticias, mientras que la mayoría de los programas de entrevistas rara vez la abordaban.

Al igual que en el caso de la matanza mediante bombardeos, la alianza entre Israel y Estados Unidos trató la hambruna, deshidratación y enfermedades letales como un problema de relaciones públicas. En el camino, los pronunciamientos oficiales –y las políticas que intentaron justificar– se basaron profundamente en la premisa tácita de que algunas vidas realmente importan y otras no.

El enfoque propagandístico se prefiguró para el 8 de octubre de 2023, cuando Israel estaba en estado de shock por las atrocidades que Hamas cometidas el día anterior. “Este es el 11 de septiembre de Israel”, dijo el embajador israelí ante las Naciones Unidas a los periodistas en Nueva York, y repitió: “Este es el 11 de septiembre de Israel”. Mientras tanto, en una entrevista con PBS News Weekend, el embajador de Israel en Estados Unidos declaró: “Este es, como alguien dijo, nuestro 11 de septiembre”.

Lo siniestro de proclamar el “11 de septiembre de Israel” fue lo que ocurrió después. Bajo un manto de victimización, Estados Unidos utilizó la horrible tragedia como excusa para matar, para la autoprotección y, por supuesto, la “guerra contra el terrorismo”.

Mientras Israel continuaba su guerra contra Gaza, las explicaciones a menudo eran una repetición de las razones que dio el gobierno estadounidense para la “guerra contra el terrorismo” después del 11 de septiembre: autorizar futuros crímenes contra la humanidad cuando fuera necesario a la luz de ciertos acontecimientos anteriores. El eco se sintió en el aire a finales de 2001, cuando el líder del Pentágono, Donald Rumsfeld, afirmó que “la responsabilidad de cada una de las víctimas de esta guerra, ya sean afganos inocentes o estadounidenses inocentes, recae sobre Al Qaeda y los talibanes”. Después de cinco semanas de masacrar al pueblo palestino, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que “cualquier pérdida de civiles es una tragedia” y rápidamente agregó que “la culpa debe recaer directamente sobre Hamás”.

Las licencias para matar se justificaban por sí solas y sin fecha de caducidad.

Fuente: https://original.antiwar.com/solomon/2025/01/21/how-us-media-hide-truths-about-the-gaza-war/

Este artículo es una adaptación del epílogo de la edición de bolsillo del último libro de Norman Solomon, War Made Invisible: How America Hides the Human Toll of Its Military Machine (The New Press).

Se publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

22 de enero de 2025

El control de la información: un nuevo imperialismo

Antonio Maíllo, Francisco Sierra Caballero

Mediante el control de la narrativa, la capacidad de definir lo verosímil, los marcos de comprensión y debate, y una suerte de privatización del espacio público digital, las plataformas de origen estadounidense redefinen las reglas del juego y deliberación democrática

En el paisaje digital contemporáneo, los nombres de Donald Trump, Elon Musk y la empresa Meta (anteriormente conocida como Facebook) se han convertido en sinónimos de una nueva forma de imperialismo, una que no se basa en las conquistas territoriales sino en el control de la información, en la modulación del discurso y el control oligopólico de la tecnología: una amenaza ya no velada, sino directa y explícita, a nuestra democracia, que empezó con las injerencias en el Brexit, continuó con golpes de Estado en Brasil, Bolivia y Venezuela y hoy anticipa una campaña de restauración ultraderechista en el propio seno de la UE.

La era de los GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) y otras grandes tecnológicas de Silicon Valley plantean en este sentido un reto político y un cambio en el paradigma del poder, donde el imperialismo se ha digitalizado y el Príncipe de Maquiavelo actúa como empresario de sí mismo fuera de las estructuras democráticas del Estado nación. La capacidad de moldear la realidad social, política y económica a través de la tecnología concentrada en el complejo industrial-militar del Pentágono es el principal peligro que corren nuestros sistemas de representación. El mismo Biden lo ha reconocido en su último discurso. Mediante el control de la narrativa, la capacidad de definir lo verosímil, los marcos de comprensión y debate, y una suerte de privatización del espacio público digital, las plataformas de origen estadounidense redefinen las reglas del juego y deliberación democrática, despliegan un poder nada sutil que afecta a la política interna y el sistema internacional de Naciones Unidas, tal y como vemos en la guerra de Gaza donde operadores como Facebook o Twitter actúan como cómplices activos y necesarios del sionismo en la guerra de exterminio contra el pueblo palestino.

Los recientes movimientos de X y Meta, eliminando toda forma de control y regulación, incluso interna, del sesgo del algoritmo y la manipulación de informaciones e imágenes, representa una vuelta de tuerca a la lógica disruptiva de la comunicación de la era Trump o Fox News, marcada por el aceleracionismo y la producción de imágenes falseadas de la realidad sin los filtros tradicionales de los medios de comunicación. Este fenómeno no es nuevo, pero ahora se reivindica como legítima la conformación de un ecosistema informativo y un modelo de mediación social y política donde la verdad se disputa en un terreno de “hechos alternativos” y noticias falsas. Este cambio de escalada y visión de los principales actores de la comunicación-mundo tiene consecuencias no solo en la convivencia de culturas y corrientes de opinión, tal y como se está observando en Estados Unidos, sino que afecta sobremanera a la sostenibilidad de la información comprometida por la velocidad y a la viralidad del contenido digital y que además requiere ingentes recursos naturales que incidirán en el expolio de países como Argentina o Brasil que contienen recursos estratégicos para sostener la carrera sin futuro de la innovación tecnológica.

En el contexto de la presidencia de Donald Trump, la ecología de la comunicación va a experimentar cambios significativos, afectando la manera en que se gestionan los recursos naturales y cómo se aborda la transición digital en un escenario geopolítico internacional que trata, desde la Casa Blanca, de retornar al unilateralismo y los tambores de guerra. De algún modo el Pentágono y Silicon Valley nacen, viven y permanecerán alimentando la espiral de la barbarie y la muerte. El fenómeno de la infodemia, término acuñado para describir la sobrecarga de información, especialmente la falsa o engañosa, ha sido un rasgo distintivo de lo que algunos denominan tecnofeudalismo y en cierto modo es verdad, pues como explica Naomi Klein, la doctrina del shock y la aplicación de las medidas de acumulación por desposesión del capitalismo financiero que acompaña la transición digital de estas compañías requiere el aislamiento psicológico y social de los actores sociales. Este ambiente informativo tóxico no solo favorece las ínfulas imperiales de figuras como Elon Musk, sino que impone un “yugo invisible” que además de acumular riqueza logra moldear eficazmente la realidad social y política percibida, imponiendo agendas de terror y desinformación sembrando divisiones y distracciones varias, alejando al público de los asuntos esenciales y de los intereses en juego de Wall Street. Así, al tiempo que nos entretienen con la dialéctica de la inmediatez y la confrontación, se oculta a la opinión pública la malversación de los recursos naturales que la IA y los servidores de estos gigantes tecnológicos requieren para su mantenimiento cuasi monopólico que favorece la desregulación absoluta, que la UE y algún que otro gobierno como el de Lula intentaban frenar para garantizar el normal desarrollo de la actividad de estas corporaciones desde el punto de vista del derecho.

Bien es cierto que la IA se aplica y puede contribuir a optimizar la explotación de recursos naturales, y analizar y predecir patrones climáticos y de uso de la tierra. Sin embargo, la falta de regulación puede conducir a un uso y abuso insostenible de estos recursos. Por lo que además de un problema político de amenaza a la democracia tenemos un problema de ecología política, de ecología de la comunicación, en términos de cómo la política energética y medioambiental puede afectar el desarrollo de tecnologías informacionales y la gestión de recursos naturales a largo plazo.

La transición digital ha sido un campo de batalla geopolítico desde la irrupción de Trump en la escena pública. La visión de Trump sobre la ciberseguridad, la infraestructura de 5G, y la privacidad de datos han marcado un nuevo capítulo en la competencia global, donde la tecnología se convierte en un medio para imponer agendas políticas y económicas directamente conectadas con el rearme de la industria militar estadounidense y la expansión de la OTAN. Este enfoque ha tensionado las relaciones internacionales, especialmente con potencias tecnológicas como China, poniendo de relieve cómo la tecnología afecta la geopolítica en la era digital mientras personajes como Musk actúan de ariete central en el debate sobre el imperialismo digital a través de empresas como Tesla y SpaceX. La visión del nuevo estratega de Trump de una internet satelital con Starlink deja en evidencia que tenemos un problema grave en la UE de soberanía digital y acceso a la información, áreas que antes eran dominio exclusivo de los estados. De ahí que debamos plantear en el debate público nacional quién controla la infraestructura digital, los servidores, la red de satélites, la Unión Internacional de Telecomunicación y el gobierno de Internet, en términos de seguridad nacional y de democracia de las relaciones internacionales. En otras palabras, la respuesta a esta dinámica imperial, destituyente y oligárquica de los GAFAM y Estados Unidos pasa por mayor regulación, la defensa de la privacidad y la soberanía digital, y la promoción de un espacio digital que sea verdaderamente público y democrático. La vigilancia y la crítica de estas dinámicas son esenciales para salvaguardar la democracia en el siglo XXI.

La adaptación de la cultura digital para la creación de lo común con garantías normativas e institucionales es la única forma de no retornar a tiempos oscuros en forma de era tecnofeudal. Es tiempo para la acción y no para mimetizarnos y responder a golpe de tuit. La política por otros medios es el remedio a esta hipermediatización de los señores del aire. Nos va la vida. Literalmente.

Antonio Maíllo.  @MailloAntonio

Francisco Sierra.  @fsierracb

Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/control-informacion-nuevo-imperialismo_129_11975176.html

26 de octubre de 2024

Perú: Estamos bien jodidos

Pedro Francke

Crecientemente las grandes decisiones, en el Perú y el mundo, se sustentan en egos enloquecidos enfrascados en riñas irreflexivas. Es como si lo único relevante fuera aplastar a un enemigo, muchas veces imaginario, y si eso requiere estafar o matar pues que así sea. Mientras tanto, hay cada vez menos pensamientos razonados.

La lista de mensajes absurdos de estos años es inacabable. En el Perú, ni qué hablar: los cincuenta muertos con los que Dina se inauguró fueron justificados por ella con unos inventados “ponchos rojos”, mientras el dirigente empresarial y presidente del Partido Popular Cristiano (PPC) Carlos Neuhaus decía que en las protestas se usaron lanzallamas. Ambos mensajes están totalmente fuera de la realidad: ni una foto o evidencia que los respalde. ¿Cómo dialogar con quien tiene una idea totalmente distorsionada de la realidad? ¿Cómo hablar con quien tiene una posición de poder, pero tiene pajaritos en la cabeza?

El mundo está tan fuera de razón como el Perú. Solo hace pocas semanas, Donald Trump, en medio del debate principal de la campaña, muy suelto de huesos, dijo que había inmigrantes caribeños comiendo gatos y perros. Tremendo engaño y no pierde un seguidor: puede ser elegido nuevamente presidente de Estados Unidos luego de que promoviera un golpe de Estado con turbas asaltando al Capitolio. Vladimir Putin busca reinstaurar el imperio ruso de hace dos siglos, siguiendo a los zares del siglo XIX con campañas hiperconservadoras basadas en una supuesta superioridad de sus tradiciones mientras el retraso económico y tecnológico es notorio. Israel mata decenas de miles de niños y niñas en Gaza de manera salvaje y totalmente contraria al derecho internacional y las Naciones Unidas.

Los demagogos y las mentiras campean en todos lados. Hemos llegado a extremos bárbaros: las campañas antivacunas, sin ningún basamento científico, han logrado horadar la protección frente a epidemias con consecuencias tremendas: en el primer semestre de este año se han registrado doce brotes de sarampión en Estados Unidos, mientras en Europa el año pasado hubo treinta mil casos y veintiuna mil hospitalizaciones en cuarenta países, algo que se había evitado por cuatro décadas.

DEL LIBRO AL MICROVIDEO

Postulo que la causa profunda de este deterioro tiene que ver con el gran cambio en cómo nos comunicamos los humanos, al pasar de los libros a los microvideos. En el desarrollo de las civilizaciones un rol fundamental lo tuvo la comunicación escrita (en el caso de los incas, mediante los quipus). La escritura permitió registrar la realidad y trasladar esa información a través del espacio y del tiempo, lo que los homo sapiens no podían hacer bien antes. Hace cinco mil años se empezó a marcar cuántas cabras, vasijas de vino, personas o espadas había en un pueblo, y a trasmitir esa información a otros lugares. Se avanzó luego a lenguajes más y más complejos. Por muchos siglos la habilidad de leer y escribir fue algo de pequeñas élites. Felizmente, entre los siglos XIX y XX, el alfabetismo se amplió enormemente y lo que era de élites se trasladó a las masas. Mediante libros, artículos y ensayos puestos al alcance de millones de personas, hemos ido avanzando en nuestra comprensión de la sociedad.

Hoy la comunicación está dominada por videos, que han evolucionado a segmentos cada vez más cortos. Es difícil evitar la adicción a estos, ya sean tiktoks, reels de Instagram, X, YouTube o cualquier otro, me consta. El video, al tener imágenes en movimiento y lenguaje oral, apela a un lado de nuestras mentes más profundo, desarrollado durante los cientos de miles de años en que los homo sapiens vivían como nómades. Durante ese tiempo, mil veces mayor o más que el lapso en el cual la mayoría de la humanidad escribe y lee, la comunicación era oral y visual. Por eso los humanos privilegiamos, en nuestras familias y en muchas de nuestras actividades, la comunicación oral directa, que contiene además la enorme fuerza de la comunicación gestual, esa que a veces es difícil de describir con exactitud y que también sirve para engañar, pero que tiene una fuerza particular: ver llorar a alguien querido nos llega con mucha más fuerza que miles de palabras.

La comunicación oral, sin embargo, tiene un problema: en la distancia y en el tiempo se va deformando, como en ese antiguo juego infantil del “teléfono malogrado”. Es difícil recordar con exactitud muchas cifras, lugares y acciones, o una narrativa en toda su complejidad. Por eso, cuando queremos indicar con precisión cómo armar una mesa que viene por partes o explicar cómo queremos una pieza que se necesita para una máquina, el texto escrito es mejor. Para que pudiera funcionar una organización humana de amplio alcance y con poder, el escrito era indispensable. No habría habido imperio incaico sin quipus que le permitieran al inca saber lo que sucedía en pueblos distantes. De ahí la importancia de la escritura durante muchos siglos.

Ahora todo cambió. Hay una nueva tecnología que se ha masificado. Mediante el video podemos transmitir con exactitud a través del espacio y el tiempo, y los videos se aproximan a esa comunicación directa oral y visual de manera sorprendente. No es igual que el cara a cara, pero se parece. Debido a su conexión con esos cientos de miles de años de homo sapiens sin civilización que están en lo más profundo de nuestros cerebros, el video tiene dos grandes diferencias sobre el texto escrito. La primera es que nos resulta más fácil de asimilar. Sólo hace unos días tuve que eliminar un recibo electrónico que emití con un error. Leyendo las instrucciones escritas de la Sunat no lo pude hacer (no explicaban bien). En pocos segundos, encontré un video explicativo en internet y lo hice facilito. Para entender videos no hace falta el esfuerzo de aprender a leer y escribir, la comunicación oral la aprendemos en casa antes de los dos años. Temo por eso que a futuro aumente el analfabetismo, en especial lo que se llama analfabetismo funcional. Temo que para la mayoría de personas leer y escribir se limite a unas pocas líneas. ¿Por qué me parece preocupante? Porque el texto escrito nos acerca al rigor del pensamiento.

Hay una segunda característica del video que es peligrosa: nos convence con gran facilidad. Como seres humanos le creemos mucho más a alguien que nos presenta una idea mostrando la cara y con tono de voz firme, movimientos adecuados, “bien vestido y de buena apariencia”. Un texto escrito, en cambio, es impersonal. Además, los artículos científicos son muy difíciles de leer y suelen ser hiperespecializados. Un gran logro, extraordinario, del premio Nobel de economía dado a Acemoglu, Johnson y Robinson es que su artículo sobre el gran peso del colonialismo en nuestro subdesarrollo ha sido citado por otros 20,000 interesados a lo largo de dos décadas. Esa cifra, empero, no es ni la milésima parte de lo que un “influencer” potente puede alcanzar con un video en una semana.  

En resumen: los humanos preferimos los microvideos a los libros y con aquellos cualquier opinión loca o cualquier fraude puede parecernos más creíble que las ideas bien sustentadas, organizadas en forma lógica y con respaldo científico. Lograr que las ideas sensatas y razonadas prevalezcan sobre las tonterías absolutas se ha vuelto muy difícil. Estamos bien jodidos y no sólo en el Perú.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 706 año 14, del 25/10/2024

https://www.hildebrandtensustrece.com/

6 de julio de 2024

Cómo los medios de comunicación distorsionan la percepción y la atención de la gente

 
Rafael Poch de Feliu


«Israel rescata a 4 rehenes en una operación militar; las autoridades de Gaza dicen que han muerto docenas», reza un titular del New York Times del sábado.

Es un titular muy extraño incluso si no se sabe nada de las tácticas propagandísticas que se emplean en él. La primera mitad es muy clara, mientras que la segunda es ininteligible y se lee como un extraño acertijo o sopa de letras. El New York Times lleva a cabo esta extraña y críptica gimnasia lingüística para hablar de la última masacre israelí en Gaza, que en el momento de escribir este artículo ha causado 236 muertos.

De entrada podemos ver algo raro en este titular con el uso de la palabra «docenas» para describir el número de personas que, según los informes, murieron en la masacre. El propio artículo del New York Times dice que se informó de que «más de 200 personas murieron en el centro de Gaza», por lo que el cuantificador correcto para el titular sería «cientos», no «docenas». Esto sería como si un titular dijera «docenas» de personas murieron el 11-S en lugar de «miles»; técnicamente sería correcto, ya que el número de personas muertas fue matemáticamente hablando de muchas docenas, pero daría a los lectores una impresión equivocada de la letalidad del atentado.

A continuación, obsérvese el repentino cambio a mitad del titular de voz activa, segura, a voz pasiva, dudosa. Cuatro rehenes israelíes fueron rescatados definitivamente por Israel, mientras que las autoridades de Gaza afirman que murieron decenas de ellos.

¿Decenas de qué? ¿Gatos? ¿Gallinas? ¿Israelíes? ¿Muertos por qué? ¿Envenenamiento por salmonela? ¿Accidentes de tráfico? ¿Milicias congoleñas? No hay forma de saberlo por el titular.

Los medios de comunicación en general, y The New York Times en particular, son famosos por su lenguaje pasivo en los titulares: «Un niño palestino deja de respirar tras recibir un balazo», cuando promueven los intereses informativos israelíes, pero lo que realmente llama la atención es que se pase de un lenguaje humano normal a algo que suena como la pista de un acertijo en el mismo titular.

Y lo interesante es que nada de lo que hicieron aquí los editores del New York Times es técnicamente mentira. Cada palabra que seleccionaron meticulosamente para su titular es técnicamente cierta, pero está formulada de tal manera que desvía la atención del lector del hecho de que Israel acaba de masacrar a cientos de seres humanos.

Podrían haber escrito con la misma facilidad «Israel mata a cientos de palestinos en un ataque en el centro de Gaza; 4 rehenes rescatados» y habría sido igual de cierto, pero entonces la atención del público se habría dirigido en la dirección opuesta. El New York Times nunca, nunca atrae la atención del público en esa dirección; el sesgo sólo va en una dirección.

El otro día vimos algo similar en el New York Times cuando informaron de que Israel ha estado torturando a prisioneros palestinos sodomizándolos con barras de metal caliente -a veces hasta la muerte- pero relegaron esa información al final del artículo, sin mencionar ni una palabra de ello en el titular o en el subtítulo.

De nuevo, nadie puede acusar técnicamente al New York Times de mentir; no informaron de nada que no fuera cierto ni dejaron de informar de nada que fuera cierto. Simplemente infravaloraron drásticamente la verdadera historia en su informe para desviar la atención de sus lectores de la criminalidad israelí.

Mucha gente que se muestra escéptica ante los medios de comunicación de masas asume correctamente que estos medios son servicios de propaganda del imperio estadounidense, pero asumen incorrectamente que esto significa que deben estar mintiendo todo el tiempo. En realidad, la maquinaria de propaganda imperial es mucho más sofisticada que esto, y mucho más eficaz.

En lugar de inventar todo tipo de mentiras y perder toda credibilidad ante la opinión pública, los medios de comunicación se basan generalmente en distorsiones como las anteriores, que manipulan la percepción pública sin mentir técnicamente. Pondrán énfasis en las áreas que benefician al imperio, omitirán hechos inconvenientes, utilizarán frases capciosas, informarán acríticamente sobre las afirmaciones de los funcionarios gubernamentales favorecidos mientras dicen que las afirmaciones de los funcionarios gubernamentales desfavorecidos se hacen sin pruebas, mencionarán noticias convenientes una y otra vez, e informarán de historias inconvenientes sólo una vez antes de dejar que se pierdan en el flujo diario de noticias.

De hecho, cito bastante a los medios de comunicación de masas en mi propio trabajo, porque mucha información útil y veraz sobre la criminalidad del imperio occidental sale a la luz a través de medios como The New York Times. Lo que ocurre es que esa información se desdibuja y se aparta rápidamente de la atención pública mediante los propagandistas que dirigen esos medios, lo que les permite decir técnicamente la verdad sin dejar de manipular la narrativa general sobre lo que ocurre en el mundo.

Los propagandistas que dirigen medios como The New York Times son capaces de sesgar la percepción pública a favor del imperio porque entienden que la experiencia humana está dominada por los movimientos de la atención, de modo que si pueden manipular esos movimientos de la atención, pueden manipular la forma en que la gente percibe el mundo.

Una vez conocí a alguien que describió la atención como «el rey sin corona de la conciencia», y recuerdo esas palabras a menudo por su exactitud. La atención es el rey sin corona de la conciencia porque sus movimientos dictan cómo experimentaremos nuestro mundo: en qué pensaremos, notaremos, veremos, oiremos o percibiremos de otra forma, pero no solemos darle mucha importancia ni reconocer hasta qué punto nuestra vida está regida por ella.

En realidad, hay pocas cosas más cruciales para nuestra experiencia de la vida que los movimientos de nuestra atención. Es algo tan fundamental que dos personas que caminen por el mismo prado exactamente al mismo tiempo nunca tendrán la misma experiencia de él. Una puede experimentar un prado con una brisa agradable, el gorjeo de un pájaro en un árbol, un saltamontes que se cruza en su camino y un cielo de una belleza fenomenal, mientras que la otra puede experimentar el prado como un telón de fondo distante y apenas perceptible de sus preocupaciones mentales por su futuro, sus quejas sobre el pasado, sus discusiones imaginarias con un miembro de la familia y una canción pegadiza que tiene metida en la cabeza…

Cuando alguien muere, la gente suele hablar de las cosas que hizo en vida -sus logros, su legado, cuántos hijos crió, a qué se dedicó-, pero en realidad el tipo de vida que vivió alguien tiene menos que ver con las cosas que hizo que con la forma en que se movió su atención. Los movimientos de su atención a lo largo de su vida fueron realmente su vida, porque determinaron cuál fue realmente su experiencia de su tiempo en este mundo. Cuán presentes estaban en él. Cuánta belleza experimentaron. Cuánta energía mental desperdiciaron en tonterías imaginarias. Lo que notaron. Lo que se perdieron.

Nuestra percepción del mundo está dominada por los movimientos de nuestra atención, lo que significa que nuestra percepción del mundo puede cambiarse manipulando esos movimientos. Los propagandistas entienden esto, por lo que pasan su tiempo haciendo cosas como decirnos una y otra vez lo malo malísimo que es Vladimir Putin mientras que sólo ocasionalmente dan una única mención muy mitigada a un caso individual de criminalidad israelí, o hablando del 7 de octubre una y otra vez mientras que restan importancia a las masacres que Israel ha estado perpetrando contra los palestinos en Gaza todos los días desde entonces.

Esto hace que la atención pública se mueva en direcciones que benefician los intereses informativos del imperio y se aleje de las direcciones que perjudicarían esos intereses informativos, todo ello sin tener que decir mentiras reales. La percepción que la gente tiene del mundo es moldeada por estos hábiles propagandistas sin que ni siquiera sean conscientes de que está ocurriendo.

Eso es lo que hace que la propaganda del imperio occidental sea mucho más eficaz que cualquier otra propaganda que haya existido jamás en cualquier otro lugar: los habitantes del imperio occidental no tienen ni idea de que están siendo manipulados.

Fuente original: The Media Skew Public Perception By Manipulating People’s Attention (caitlinjohnst.one)

Publicado en castellano; https://rafaelpoch.com/2024/06/09/como-los-medios-de-comunicacion-distorsionan-la-percepcion-y-la-atencion-de-la-gente/

18 de junio de 2024

CATÁLOGO DE MORDAZAS A LA PRENSA

Natalia Sobrevilla

La larga lucha por la libertad de expresión en América Latina

Esta semana en el Congreso de LASA (Latin American Studies Association) he regresado a mi esquizofrénica peregrinación de ida y vuelta al siglo XIX y a los temas mucho más actuales que también me apasionan. Tengo colegas que se quejan del exceso de paneles (suman más de seis mil), de la variedad de los temas y de que resulta imposible verlo todo, porque las sesiones paralelas a veces son ocho a un mismo tiempo. A mí esta diversidad me resulta increíblemente enriquecedora. Durante cuatro días se discuten literalmente miles de temas relacionados con América Latina, desde todo tipo de preferencia metodológica y presentando una oportunidad única de asomarse a su realidad.

Paseando de panel en panel he caído en la cuenta de que aquellas luchas acaecidas en el siglo XIX de las que hablamos no son tan distintas a las del siglo XXI. Desde hace tiempo pienso que los medios de comunicación que conocemos ahora, que permiten a cada uno publicar en redes lo que quiera y que ofrecen espacios digitales donde plasmar las ideas propias en una (teórica) completa libertad, adolecen en cambio de una mayor precariedad respecto de los grandes medios del siglo XX, debido a que la publicidad ha dejado de ser una fuente de financiamiento efectiva, con todo lo bueno y todo lo malo que ello implica. Para empezar, como nos recordó Óscar Martínez, jefe de redacción del galardonado medio salvadoreño El Faro, un gran empresario ya no puede llamar al editor a decirle «esa nota no sale». La independencia de los medios digitales favorece el acceso directo a la publicación de noticias, sin tantos mediadores con potestad de filtrar lo que puede aparecer o no.

En el trabajo que expuse, comparo los varios periódicos titulados El Progreso que coexistían a mediados de siglo en Lima, Bogotá, Santiago, Buenos Aires y Caracas, financiados sin ninguna publicidad como la que uno podía encontrarse en El Comercio. Algunos de esos rotativos sirvieron de base para lanzar incipientes partidos políticos, conocidos como Clubs Progresistas. Un análisis comparativo muestra, sin embargo, que en muchas ocasiones las coincidencias entre estas publicaciones de nombre idéntico no eran tantas. En cada una de estas capitales se concibió el progreso de manera ligeramente diferente: el periódico bogotano, por ejemplo, apoyaba al candidato conservador en los comicios electorales, mientras que su equivalente limeño hizo otro tanto con Domingo Elías, quien representaba las esperanzas de los liberales.

En Santiago de Chile la postura de El Progreso fue aún más radical, tal y como mostró en su ponencia mi colega James A. Wood: dicha radicalidad llevó a que su editor, el porteño exilado Bartolomé Mitre, se viera obligado a defender ante el tribunal de imprenta al joven Benjamín Vicuña Mackenna, autor de un controvertido artículo donde este futuro historiador acusaba al candidato presidencial Manuel Montt de haber asesinado a sus opositores durante un levantamiento en Valparaíso. En abril de 1851 había estallado la violencia en la ciudad portuaria y, en el curso del enfrentamiento más sangriento, unos doscientos hombres fueron heridos y una cifra similar asesinados. Vicuña Mackenna llegaba a consignar ciento sesenta y tres nombres en Tablas de sangre, el susodicho artículo por el que fue enjuiciado, evidentemente inspirado en otro titulado Tablas de sangre de las administraciones de Rosas, desde 1825 hasta el 31 de julio de 1843, que apareciera en las páginas de El Nacional en agosto de 1843: esa concomitancia de titulares nos demuestra cómo el periodismo de aquel entonces se hallaba tan interconectado como el que se ejerce hoy.

Mitre publicó el controvertido artículo sin especificar el nombre de su autor y, dado que Vicuña Mackenna ya se encontraba en el exilio, tuvo como editor responsable que enfrentar el juicio, pues se consideraba que el texto en cuestión era sedicioso. La ley del abuso de la libertad de prensa dejaba en claro que, de ser declarado culpable el encausado (en este caso Mitre), la pena por infringir la ley podía ser el exilio, la cárcel o una multa. El editor asistió al escrutinio del asunto por parte de un juez y también de un jurado que, al condenar su acto, lo obligaron a pagar una multa de 500 pesos. La defensa no se ejerció, sin embargo, en el tribunal, ya que allí no existía posibilidad real de justicia, sino desde las páginas de El Progreso. Mitre argumentó que, debido a los múltiples procesos que enfrentaba su imprenta, así como a la falta de independencia de los miembros del tribunal, la libertad de prensa había dejado de existir en Chile. Un mes más tarde, el candidato Mitre partió rumbo a Montevideo, desde donde se uniría a la campaña contra Juan Manuel de Rosas.

Si bien en el Perú no contamos aún con un trabajo así de exhaustivo sobre los tribunales de prensa durante el siglo XIX, Marcel Velasques nos recordó que este tipo de ataques como el descrito en el contexto chileno se dieron también en nuestro país. Luego hizo referencia a la tesis doctoral de Lucía Salazar, defendida en la Universidad de San Marcos, donde se muestra que, con la independencia nacional, la libertad de imprenta trajo consigo que ya no se pudieran cambiar los textos antes de su publicación, pero sí limitar la circulación de los medios que los albergaban. Otros trabajos futuros sobre los tribunales de prensa que también ejercieron su labor censora en el Perú mostrarán con mayor detalle cómo se buscó limitar la libertad.

Pero volvamos al presente: el jueves 13 de junio, la periodista Paola Ugaz recibió el premio LASA de periodismo y en su presentación nos recordó la persecución de la que viene siendo objeto por su trabajo de denuncia de los crímenes cometidos por la secta católica Sodalicio. Si bien ya no existen tribunales de prensa y se supone que la libertad es irrestricta, la judicialización de los ataques que ha sufrido nos muestra que lo que sucedía hace más de ciento cincuenta años sigue ocurriendo en la actualidad.

Nos toca defender a los periodistas para que puedan seguir haciendo su trabajo porque, si la búsqueda de la verdad está bajo amenaza, todos estamos amenazados.

https://jugo.pe/catalogo-de-mordazas-a-la-prensa/

27 de enero de 2024

Comunicación popular: ejercer el derecho a la palabra

Pablo Ruiz

Si pusiéramos un espejo delante de nosotras y nosotros y nos mirásemos todos juntos. Si pudiéramos darnos más tiempo de escucharnos y de hablar de a dos, de a tres, en el sindicato, en la escuela, en nuestras comunidades, con nuestro vecino que vive al lado de nosotras y nosotros, al que muchas veces no conocemos ni su nombre, todo sería posiblemente mejor. Sin embargo, en la actualidad, mientras más medios existen, nos comunicamos menos o con menor profundidad entre nosotros.

Debemos recordar que la palabra comunicación deriva del latín comunicare, que significa “compartir algo, poner en común”.

En ese sentido, el libro “El Comunicador Popular” (Comunicación – Diálogo – Participación) de Mario Kaplún, quien fue edu-comunicador, radialista y un escritor argentino, es un texto que recomiendo leer para analizar y comprender cómo ha sido la educación, como actúan los medios de comunicación de masas y también los medios populares.

Mario Kaplun sostiene que hay concordancia entre los Modelos de Educación y Modelos de Comunicación existentes:

1 – Por un lado, hay educación que pone el énfasis en los contenidos. Paulo Freire, en el libro “Pedagogía del Oprimido” define este tipo de educación como educación bancaria. El profesor viene con la pretensión de depositar en nuestras cabezas materias, fechas, conceptos, héroes, etc. Quiere que “aprendamos”. No hay debate, ni hay intercambio de Ideas, no hay cuestionamiento, hay una verdad vertical que nos llega de arriba hacia abajo.

2 – Después existe una educación que pone el énfasis en los efectos, modelar nuestras conductas, como un programador, como un guía. Este modelo de educación tiene un efecto domesticador, de adaptación al status quo, de prepararnos para la competencia, para el mercado, nunca para la acción cooperativa y solidaria.

3 – Por último, también está la educación que pone el énfasis en el proceso. Vale decir que “No se preocupa tanto de los contenidos que van a ser comunicados, ni de efectos en términos de comportamiento, sino de la interacción dialéctica entre las personas y su realidad, del desarrollo de sus capacidades intelectuales y de su conciencia social”.

Es este último modelo de educación y de comunicación que propone Mario Kaplún que ha sido conocido por promover el concepto de la comunicación transformadora en oposición a la educación bancaria.

En una entrevista realizada por la Revista Acción Crítica, le preguntan a Mario Kaplún ¿Qué vendría a ser entonces comunicación…? y su respuesta fue la siguiente:

“Para mí, hay comunicación, cuando hay intercambio. Cuando hay interacción; en tanto mantengamos esas categorías de un emisor y un receptor, que a lo sumo, recoge una reacción, todavía no estamos hablando de comunicación, estamos hablando a lo sumo, de información”.

“Nosotros planteamos una educación hecha en diálogo, y por eso creemos que la comunicación se imbrica directamente en esos procesos dialogales, tanto que sean hechos en forma interpersonal, o que sean hechos a distancia”.

II

Vivimos tiempos en que la concentración de la propiedad de los medios de comunicación sigue siendo muy marcada. Las familias más ricas de Chile son dueñas también de la mayoría de los grandes medios de comunicación. Mientras en dictadura teníamos medios de oposición tristemente cuando llegó la democracia alguien dijo, desde el gobierno, ya no es necesaria y se terminó quitándole la vida a esos medios: Revista Análisis, Apsi, Cauce, Fortín Mapocho, Diario La Epoca, Radio Umbral, Radio Tierra, después Punto Final y el Diario La Nación desaparecieron.

Nuestro querido Eduardo Galeano ha escrito que “El número de aquellos que tienen derecho a escuchar y a mirar no cesa de aumentar, mientras que se reduce vertiginosamente la cantidad de los que poseen el privilegio de informar, de expresarse, de crear. La dictadura única, impone en todas partes un mismo modo de vida, y confiere el título de ciudadano ejemplar al consumidor dócil, a escala planetaria, con arreglo a un modelo propuesto para la televisión comercial norteamericana”.

El relato predominante construye estereotipos, de los buenos y de los malos. ¿Se han dado cuenta quienes son los malos en las películas estadounidenses? los latinos, rusos, chinos, los musulmanes.

Hay otro libro, que me gustó su perspectiva, “Periodismo y Lucha de Clases. La información como forma del poder político” de Camilo Taufic quien dice, en pocas palabras, que hay que “destruir un mito: la inocencia de la información”. Se nos informa con determinado fin y la ideología predominante de una sociedad es la ideología de la clase dominante que impone sus relatos. Es muy verdad entonces, pienso, que debemos descolonizar al colonizador que hay dentro nuestro.

III

Pese a la concentración de los medios de comunicación, entre comillas “libre”, el acceso al ciberespacio ha posibilitado la existencia y creaciones de muchos medios populares, alternativos, ciudadanos, de contrainformación y rebeldes. En internet, hay muchos: El Ciudadano, Mapuexpress, Resumen, Piensa Prensa, El Quinto Poder, Liberación, Resumen Latinoamericano, Pressenza, Rebelión, Kaos en la Red, por ejemplo. Existe todavía Le Monde Diplomatique en Chile, que se sigue imprimiendo mensualmente. También en Youtube nosotros hicimos el Programa Que el Pueblo Viva.

En la población La Victoria, existe la Radio Primero de Mayo que sale al aire con nuestra música, historias y protestas: las que no existen, las que no caben, las que no le importan a los grandes medios.

En diciembre, por ejemplo, en ocasión de los 40 años del nacimiento del Frente Patriotico Manuel Rodriguez se compartieron las historias de rebeldías y los nombres de los rebeldes que se alzaron en armas contra la dictadura militar de Pinochet, quienes ejercitaron el “supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión” como dice el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Nombres como Raúl Pelegrin, Cecilia Magni, José Valenzuela Levi, Esther Cabrera, y tantas y tantos, hermanas y hermanos, que entregaron sus vidas generosas para la libertad y para que un día la dignidad de Chile se eleve más alta que la cordillera de los Andes: ¡¡Presentes!!

IV

Junto al apoyo de diversas compañeras y compañeros tenemos una revista, “El Derecho de Vivir en Paz”, que sus temas son derechos humanos, militarización y paz.

Como dijo Noam Chomsky «La población general no sabe lo que está ocurriendo, ni siquiera sabe que no lo sabe».

Muchos no saben, y otros tantos no quieren saber, hastiados de las formas de hacer política y de la televisión. Sin embargo, quienes resistimos debemos seguir levantando nuestras voces en defensa de los derechos humanos y de la paz.

Debemos seguir denunciando el papel que sigue teniendo los Estados Unidos en los conflictos mundiales por ejemplo involucrado en la guerra de Israel contra la población palestina o en la guerra en Ucrania. Ayer, en el golpe de Estado en Chile.

V

Quiero terminar, volviendo a Mario Kaplún, quien en su libro nos interpela a la comunicación popular, al diálogo, a no hacer comunicación sólo para los convencidos, a no hacer sólo denuncias para el desahogo de nuestras rabias, a conversar con nuestros vecinos, a ser en la solidaridad con el otro y en nuestras comunidades.

“La verdadera comunicación no comienza hablando sino escuchando. La primera condición de un buen comunicador es saber escuchar”, nos dice.

¿Qué piensan ustedes?

Pablo Ruiz.  Periodista, editor de la Revista El Derecho de Vivir en Paz, y coordinador del Observatorio por el Cierre de la Escuela de las Américas en Chile. Este texto fue su presentación del libro “El Comunicador Popular” (Comunicación – Diálogo – Participación) de Mario Kaplún, ediciones Luis Emilio Recabarren, realizada en diciembre de 2023 en la librería Aldebarán, Ñuñoa, Santiago de Chile.

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