Mostrando entradas con la etiqueta Mentiras. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mentiras. Mostrar todas las entradas

13 de julio de 2025

Perú: El (des)precio de Dina

Maritza Espinoza

La reciente actitud de Dina Boluarte hacia la prensa refleja un profundo desprecio por la opinión pública. La presidenta se ha negado a rendir cuentas a los ciudadanos que le pagamos el sueldo.

Cuando un político se niega a responder a un periodista -o se va por la tangente, que es lo mismo-, demuestra su absoluto desprecio por la opinión del público, poco o mucho, que sigue a ese periodista y al medio de comunicación en el que trabaja. Cuando se trata de la jefa de Estado todavía es peor, porque suma al desprecio la insolencia, pues cada uno de los peruanos a los que escamotea una respuesta digna es, en buena cuenta, su empleador. Para que se entienda mejor, su jefe.

Es decir, todos los ciudadanos la contratamos para la función de gestionar el país cuando la plancha presidencial que integraba (a la que luego traicionó al aliarse con la ultraderecha, pero esa es otra historia) ganó las elecciones del 2021 y cada ciudadano le paga el sueldo -ese mismo que acaba de subirse muy oronda- con el dinero de nuestros impuestos. Y como bien entenderá cada empleado que trabaja en una empresa, hay que ser muy desfachatado para pensar que no debes rendir cuentas a quien te paga el sueldo.  

Pero Dina Boluarte ha llevado su, digamos, insubordinación laboral a límites tan extremos que ya uno no sabe si  se trata sólo de un desmesurado cinismo, de una sensación de impunidad basada en el apoyo del pacto mafioso que todavía la sostiene (hasta que deje de ser funcional a sus intereses) o si la doña tiene, de verdad, algún problema siquiátrico que le impide percibir lo incorrecto e indecoroso de su cada vez más desvergonzada actitud.

Probablemente sea una mezcla de las tres explicaciones, sumadas a la cámara de eco en la que  vive agazapada, rodeada de personajillos de cuarta que le frotan el ego, la halagan hasta la extenuación y le presentan toda suerte de realidades ficticias (“las encuestas mienten”, “la prensa nos odia”, “el apoyo de la Señora K será eterno”), mientras aprovechan la situación para hacer usufructo de su cercanía en toda clase de pillerías.

Dicho en criollo, la percepción de la ciudadanía -de la cual, siendo generosos, sólo la aprueban dos de cada cien, porque su popularidad es del 1.8%, que, por el margen de error, bien podría ser cero-, le llega altamente y lo ha demostrado desde el día uno de su mandato, cuando no sólo decidió que se quedaría hasta el fin del período cuando todo el mundo exigía un gobierno de transición, sino que, ante las protestas, no dudó en avalar el asesinato de más de medio centenar de compatriotas.

Su menosprecio a la opinión popular también se expresa en las poco elaboradas mentiras con que explica sus desaguisados (casi como si le diera flojera esforzarse un poco), desde el argumento de los "ponchos rojos" y "las armas hechizas" con que “justificó” los asesinatos, hasta la cirugía “por necesidad médica” que era un banal estirón de pellejo y enchulamiento general, pasando por el Rólex "de antaño" que resultó de reciente data (y precio descomunal) y, la ultimita, cuando atribuyó el subidón de su sueldo al supuesto “cumplimiento de las reglas de Servir” y no a su insaciable y ya proverbial angurria monetaria.

Todos los políticos mienten, pero por lo menos se cuidan de que sus mentiras sean creíbles y no dejen un reguero de cabos sueltos en el camino. Pero la presidenta que nos ha tocado en (mala) suerte, es una fábrica inagotable de ficciones inverosímiles y, a su lado, Alejandro Toledo es un discípulo de George Washington (el paladín de la verdad, según un mito gringo). Lo peor es que sus mentiras envuelven casi siempre faltas gravísimas, como la muy probable falsificación de su firma en un documento oficial durante los días de su reposo médico, algo que sus aliados del Pacto Mafioso se han negado a investigar.

El desparpajo presidencial es todavía más escandaloso si tenemos en cuenta que se ha negado en redondo a responder a cualquier interrogatorio de la prensa (que, repetimos, sólo es el intermediario de las inquietudes ciudadanas)  y, más bien, se ha dedicado a hacerse la víctima, maquillar respuestas obligatorias por ley de Transparencia y hasta ensayar respuestas farsescas, como la que dio esta semana a un periodista (Jorge Madico, reportero de Panamericana) que le preguntó si realmente merecía el aumento de sueldo que se ha tramitado.

Nunca, en nuestra historia reciente, se ha dado el caso de un mandatario que se zurre tan olímpicamente en las demandas de la prensa, incluso cuando los grandes medios de comunicación les eran absolutamente hostiles, como en el caso de Ollanta Humala o Alejandro Toledo, que enfrentaron críticas, denuncias y hasta insultos día por medio. Con los cuestionables que puedan ser estos ex jefes de Estado, siempre tuvieron la entereza de dar explicaciones y tener claro que, detrás de esos medios, estaba la ciudadanía a la que debían el cargo que ostentaban.

En cambio, doña Dina jura que goza de una especie de burbuja de impunidad que le permite desdeñar a la opinión ciudadana y seguir haciendo y deshaciendo a su antojo y conveniencia del poder que le confirió la casualidad. Pobre. No falta mucho para que despierte de su sueño. Mandatarios con mucho más apoyo popular han sido alcanzados por las manos de la justicia y del repudio ciudadano. Todos sus antecesores (salvo Valentín Paniagua y Francisco Sagasti) pueden dar fe de ello. Y ella, aunque quiera hacer la del avestruz, no será la excepción.

https://larepublica.pe/opinion/2025/07/10/el-desprecio-de-dina-por-maritza-espinoza-hnews-122390

12 de julio de 2025

Perú: Señora Mentira

Pedro Casusol

"El gran problema de Keiko Fujimori no es el formato ni el media training, es que tiene el encanto de una pared sin tarrajear"

Nos referimos la semana pasada al intento de la presidenta y de su asesor por preparar una especie de “Dina TV”, programa televisivo en el canal del Estado para que la señora que despacha en Palacio de Gobierno pueda “ganarse” al público con su personalidad y su talento para desenvolverse ante las cámaras. En fin, un intento desesperado por usar los medios oficiales para levantar su 2 % de aprobación. La idea, según advertimos, era una estupidez colosal. Entre otras cosas, porque los hábitos de consumo de información han cambiado de manera vertiginosa en las últimas décadas.

Uno de los argumentos para defender esa tesis es una verdad de Perogrullo: ya nadie ve televisión, mucho menos el canal del Estado. Su influencia ya no es lo que era. Ni siquiera la antena más caliente de la televisión podría servir para lavar la imagen de la señora de los Rolex y el medio centenar de muertos. La lógica de la comunicación política indica ahora que la atención está puesta en las redes sociales. En esas plataformas que, desde hace tiempo, capturan nuestra atención con una marea de contenido que se desborda cada vez que manipulamos nuestros dispositivos móviles.

El ejemplo más notorio de este cambio de paradigma viene del fujimorismo: tanto Kenji como Keiko se han estrenado como youtubers tardíos. En el caso de la eterna candidata, su canal de YouTube tiene más de tres meses de creado y podría tranquilamente ser un caso de estudio de lo que es el fracaso en las redes sociales. Prueba que no basta con cambiar el formato: sus videos, registros blanqueados de sus viajes proselitistas por las regiones del país, no acumulan vistas ni likes, y la mayoría de los comentarios son puro hate del tipo: “Después de tanto daño que has hecho al Perú, aún te postulas”.

El gran problema de Keiko Fujimori no es el formato ni el media training, es que tiene el encanto de una pared sin tarrajear. Por más que use plataformas digitales y se apropie del lenguaje de las redes sociales (como antes se apropió de la camiseta de la selección de fútbol) poniendo en sus portadas cosas como que el “Perú es clave” (una frase surgida de TikTok) o imitando el formato de los videoblogs para pasar por contenido lo que no es más que propaganda política, el resultado siempre será el hate. Ahora bien, ella sabe que la mochila que carga es la animadversión que genera su historia entre los peruanos, por eso hace un mes lanzó su podcast “Konfesiones”.

Se trata de un producto guionizado para que, a modo de monólogo ante la cámara, Keiko pueda reescribir su historia recurriendo al storytelling, por utilizar un término ligado a la mercadotecnia. En “Konfesiones”, la candidata se empeña en contarnos su vida desde su punto de vista, lo que constituye una manera sutil de mentir, porque nadie es villano en su propia historia. Para ello, utiliza recursos típicos del lenguaje digital: el clickbait o el formato testimonial, ilustrando su relato con imágenes generadas con IA. El resultado es precisamente ese. Se ve falso, nos da la sensación de estar viendo una burda mentira. Keiko no conecta de manera afectiva, no genera engagement, por mucho que lo intente. ¡Y vaya que lo intenta! Tal vez sea ese, más que el formato o la plataforma en donde se presente, el verdadero límite de su relato autobiográfico.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 741 año 16, del 11/07/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

13 de abril de 2023

Perú: Rastros de mentiras

Gustavo Espinoza M.

Bajo el sugerente título de “Rastros de mentiras”, se exhibe en Lima una telenovela brasileña que muestra la descomposición y decadencia de los Khoury, una poderosa familia burguesa, atrapada por falsedades de todo orden. Escrita por Walcyr Carrasco, fue adaptada a la tele y llevada a escena con Antonio Fagundez y Susana Viera como actores estelares..

Capítulo a capítulo, la serie va poniendo en evidencia la  falsía, la doble moral, los prejuicios, las ambiciones y la falta de escrúpulos que caracterizan el mundo artificial en el que se desenvuelve la trama,  y que tiene como telón de fondo la mentira institucionalizada como base en ese mundo ficticio en el que asoma la “sociedad ejemplar” de nuestro tiempo.

Pues bien. Si tuviéramos escritores y guionistas de ese nivel, aquí podría producirse una obra similar recogiendo las acciones de personajes que podrían estar a  la altura de la circunstancia pues fundan su poder  precisamente en la mentira.

En otras palabras, de sus acciones fluye sin pausa un conjunto de rastros que evidencian la podredumbre que envuelve a un segmento de la Clase Dominante, que hoy se empeña en presentarse como un prístino modelo de respeto a la democracia y a los derechos de la población. Nos referimos, obviamente, a la cúpula gobernante.

No alcanzaría ni el espacio ni el tiempo, si quisiéramos abordar el conjunto de mentiras que sustentan el mensaje de los precarios inquilinos de Palacio de Gobierno y su círculo más íntimo de aliados y cómplices en distintas esferas de la gestión pública. Nos limitaremos, entonces, a aludir a lo que podríamos denominar mentiras monumentales, que no tienen parangón en la historia peruana y que han puesto al desnudo la fetidez de su esencia.

Quizá si la primera de estas mentiras descomunales, sea la que alude a la “sucesión constitucional” que encarna Dina Boluarte para ocultar su origen siniestro. Forman parte de ella, diversos episodios, desde el llamamiento de Otárola, antes de abril del 2021 para que se votara por Pedro Castillo en los comicios de ese año, hasta la promesa de Dina en el sur, cuando aseguró ante una multitud que ella “se iría del cargo” si vacaban a Castillo, Pero además, está el cuento aquel de que Castillo fue vacado “de acuerdo a ley”, sin proceso alguno, ni antejuicio, sin derecho a defensa y sin los votos requeridos.

Y la idea de una “sucesión” que implica una continuación, cuando lo que existe es precisamente un cambio absoluto de rumbo que desplazó del gobierno a quienes ganaron las elecciones y llevó al frente a quienes las perdieron. ¿No fue todo eso una gran mentira?

Pero también otras no menos espectaculares fueron las que nos hablaron de “las tomas de Aeropuertos” para justificar los crímenes, cuando los videos vistos mostraron disparos a corta distancia por parte de uniformados contra civiles inermes; de las “armas artesanales llamadas Dum Dum usadas por los pobladores contra la policía”, de los “Ponchos rojos venidos de la Paz, para provocar el caos”, de los “agentes bolivianos de inteligencia infiltrados entre la multitud”, y de la “autoría  intelectual de Evo” en los sucesos del sur. Y, para que nos se quede en el tintero, la historia de “el español”, construido alegremente como un tenebroso agente de Castillo, al que no conoció personalmente, y con quien nunca se reunió,

El caso del suboficial Sonccos Quispe muerto en Juliaca el 9 de enero, fue otra mentira monumental. Otárola aseguró impúdicamente ante el Congreso, que había sido “quemado vivo”  por los manifestantes en el interior de un Patrullero.

Hoy se sabe que fue muerto por un ex policía y su cómplice, en circunstancias distintas y por otras motivaciones; y que su cuerpo fue colocado sin vida en el vehículo policial luego incendiado por los asesinos, hoy capturados.

También lo fue, sin duda, el caso de los 6 soldados que perecieran ahogados en Ilave por clara negligencia del Capitán a cargo del destacamento, quien los obligó a intentar el cruce del río,  con todo el peso de sus vituallas, sin que lograran sobrevivir a la experiencia. También en la circunstancia, Dina y los suyos hablaron hasta por los codos,   responsabilizando del hecho a los Comuneros que demandaban su renuncia en otra circunstancia y en otro escenario.  

A todo esto hay que sumar las decisiones parlamentarias de un Congreso írrito aferrado con uñas y dientes a una función que no representa a nadie.  Ahí se mintió descaradamente con el cuento del “adelanto de las elecciones# cuando desde un inicio tanto Dina como los “legisladores” estaban por quedarse hasta el 2026 a cualquier precio. Allí, en la sede de la Plaza Bolívar, su otorgó la “confianza” al Gabinete Otárola pese a todas las mentiras y las muertes; y luego en las mismas, y aún peores circunstancia, se protegió a Dina para que “no se altere su gobierno”.

Ese mismo Congreso “salvó” de legítimas censuras a los ministros del Interior y de Defensa, no obstante estar aún fresca la sangre de las 70 muertes ya registradas; y al de Educación que consideró a las madres aimaras “peor que animales”, en circunstancia que todos conocen.  

Y si de mentiras se trata, no se queda atrás la titular del Ministerio Público, que no ha podido encarar el tema de sus Tesis y Grados. Ni mostrarnos, ni probar su existencia. También ella se defiende como gato panza arriba, acosada como está por el Consejo Nacional de Justicia, que ya le pide cuentas.  Y que suma una nueva mentira, cuando asegura que “investigará” los asesinatos consumados, y designa para ello a fiscales que no tienen que ver con el tema.

No se trata, en verdad, tan sólo de rastros de mentiras. Se trata más bien de mentiras monumentales las que tienen entre manos los gobernantes de hoy en nuestra martirizada patria.

Se publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.