Pedro Casusol
"El gran problema de Keiko Fujimori no es el formato ni el media training, es que tiene el encanto de una pared sin tarrajear"
Nos referimos la semana pasada al intento de la presidenta y de su asesor por preparar una especie de “Dina TV”, programa televisivo en el canal del Estado para que la señora que despacha en Palacio de Gobierno pueda “ganarse” al público con su personalidad y su talento para desenvolverse ante las cámaras. En fin, un intento desesperado por usar los medios oficiales para levantar su 2 % de aprobación. La idea, según advertimos, era una estupidez colosal. Entre otras cosas, porque los hábitos de consumo de información han cambiado de manera vertiginosa en las últimas décadas.
Uno de los argumentos para defender esa tesis es una verdad de Perogrullo: ya nadie ve televisión, mucho menos el canal del Estado. Su influencia ya no es lo que era. Ni siquiera la antena más caliente de la televisión podría servir para lavar la imagen de la señora de los Rolex y el medio centenar de muertos. La lógica de la comunicación política indica ahora que la atención está puesta en las redes sociales. En esas plataformas que, desde hace tiempo, capturan nuestra atención con una marea de contenido que se desborda cada vez que manipulamos nuestros dispositivos móviles.
El ejemplo más notorio de este cambio de paradigma viene del fujimorismo: tanto Kenji como Keiko se han estrenado como youtubers tardíos. En el caso de la eterna candidata, su canal de YouTube tiene más de tres meses de creado y podría tranquilamente ser un caso de estudio de lo que es el fracaso en las redes sociales. Prueba que no basta con cambiar el formato: sus videos, registros blanqueados de sus viajes proselitistas por las regiones del país, no acumulan vistas ni likes, y la mayoría de los comentarios son puro hate del tipo: “Después de tanto daño que has hecho al Perú, aún te postulas”.
El gran problema de Keiko Fujimori no es el formato ni el media training, es que tiene el encanto de una pared sin tarrajear. Por más que use plataformas digitales y se apropie del lenguaje de las redes sociales (como antes se apropió de la camiseta de la selección de fútbol) poniendo en sus portadas cosas como que el “Perú es clave” (una frase surgida de TikTok) o imitando el formato de los videoblogs para pasar por contenido lo que no es más que propaganda política, el resultado siempre será el hate. Ahora bien, ella sabe que la mochila que carga es la animadversión que genera su historia entre los peruanos, por eso hace un mes lanzó su podcast “Konfesiones”.
Se trata de un producto guionizado para que, a modo de monólogo ante la cámara, Keiko pueda reescribir su historia recurriendo al storytelling, por utilizar un término ligado a la mercadotecnia. En “Konfesiones”, la candidata se empeña en contarnos su vida desde su punto de vista, lo que constituye una manera sutil de mentir, porque nadie es villano en su propia historia. Para ello, utiliza recursos típicos del lenguaje digital: el clickbait o el formato testimonial, ilustrando su relato con imágenes generadas con IA. El resultado es precisamente ese. Se ve falso, nos da la sensación de estar viendo una burda mentira. Keiko no conecta de manera afectiva, no genera engagement, por mucho que lo intente. ¡Y vaya que lo intenta! Tal vez sea ese, más que el formato o la plataforma en donde se presente, el verdadero límite de su relato autobiográfico.
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 741 año 16, del 11/07/2025
https://www.hildebrandtensustrece.com/
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