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2 de agosto de 2025

Perú: Futuro perfecto

César Hildebrandt

"A partir de agosto del 2026, señora, usted tendrá lo que ha hecho tanto por merecer"

No le deseo ningún infortunio a la señora que va a Palacio, pero me temo que apenas deje el cargo que no cesa de manchar le van a llover papeles, audios comprometedores, mensajería de nuevos cuellos blancos, óbolos de waykis, porcentajes. Y la traición hará, como siempre sucede, el viaje de vuelta. Bajo presión, los Quero y los Santiváñez colaborarán eficazmente mientras personajes de menor rango, que ahora ni imaginamos, saldrán a contar lo suyo.

La señora vive en la mugre de la política porque así lo decidió. Nadie le dijo que sucediera a Castillo, esa farsa con sombrero, para aliarse con quienes perdieron las elecciones. Nadie le puso un revólver en la cabeza para que se acostara con el hampa y se levantara convertida en la amante de los Soprano del Congreso. Nadie le dijo que se suicidara moralmente y saliera a defender la ley de Fernando Rospigliosi que amnistía a asesinos uniformados.

No le deseo nada malo a la señora que va a Palacio, pero me temo que a ella le va a suceder lo peor. Y lo peor que puede pasarle a alguien de su calaña es que se quiera más cada día y que a cada hora le crezca, como hierba salvaje, la autoestima. Eso ya está ocurriendo.

En su maratón de lectura del 28 se la vio más empoderada que nunca y alcanzando cumbres del cinismo. Y ahora que desafía el orden internacional achorándose con la Corte Interamericana de Derechos Humanos o enemistándonos inútilmente con Bolivia, uno percibe que la señora ha decidido cavar su tumba con más energía que nunca.

Las cosas no son como se las han descrito sus asesores, señora Boluarte. Se siente usted la reina Victoria de un reino tan poderoso como imaginario que hasta se atreve a dar lecciones a sus vecinos, pero lo cierto, señora, es que usted preside ilegalmente un país atravesado por el crimen organizado. Y usted no es Victoria, sino la pantalla de un Congreso dominado por la oscuridad. Victoria se casó con su primo Alberto de Sajonia y con él tuvo nueve hijos. Usted se ha casado con Keiko Fujimori y César Acuña y de esa unión sólo nacerán gárgolas de adobe.

Cuando el artículo 117 de la Constitución no la proteja, acudirán a su casa los fiscales, señora Boluarte. Que sus abogados la protejan, que los jueces sean justos. Y en ese trance, tendrá usted que probar que no merece la consagrada figura de la autoría mediata en el caso de los asesinatos de diciembre del 2022 y enero del 2023. Pero tendrá que defenderse también del cargo inminente de encabezar una organización criminal que, en combinación con el Congreso dominado por el hampa, favoreció el delito con leyes que parecían tener nombre propio.

Usted es de las peores cosas que le podían pasar al país. Y la gente la desprecia no porque usted sea una mujer andina –ya quisiera tener usted la modesta sabiduría de muchísimas mujeres andinas– sino porque usted ha demostrado que lo único que le importa es el cargo, los ritos, el oropel, los húsares, el dinero, la apariencia insolente de un éxito que necesita de policías y soplones.

A partir de agosto del 2026, señora, usted tendrá lo que ha hecho tanto por merecer. No me complaceré viéndola en esos trances, pero tampoco diré que el destino ha sido cruel. La verdad es que fui educado en el respeto especial a las mujeres. Viví en una casa en la que mi madre tenía el rol protagónico y donde mis tres hermanas la secundaban. Me habría gustado ver en usted a una mujer con la que se podía discrepar pero a quien debíamos, por su cargo, rendir honores. Pero usted, señora, se ha escudado en la infamia y ha envilecido aún más la política de este país que dice representar. La historia ya la juzgó, señora Boluarte. Ahora falta que la juzguen los magistrados de alguna sala penal. Eso será inevitable.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 743 año 16, del 01/08/2025

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21 de junio de 2025

He dejado de leer a Cioran

César Hildebrandt

"Tengo que decirlo: esta podredumbre supera las cotas alcanzadas por el fujimorismo"

Todos los días, el estiércol.

Todos los días, la embestida.

Ahora es la fiscalía. Ayer fue todo lo que se resistía: el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo, el sistema electoral, la Junta Nacional de Justicia, la Sunedu.

No les basta el congreso y su filial, el Ejecutivo.

Lo que quieren es asegurarse de que no serán investigados por sus rapiñas, sus ventas de votos, el trazo de sus garras.

Y nos dan el espectáculo de este país en subasta.

No les importa. No tienen fama que cuidar ni apellidos que preservar. El Perú es para ellos una manera de ganarse la vida.

Yo pensaba que algún día, después de tanta batalla perdida, vería a mi país en manos de gente que valiera la pena. Fíjense que no hablo de izquierdas o derechas sino de hombres y mujeres competentes y honrados.

Pensaba eso porque creía que aprenderíamos la lección y nos aburriríamos de tanto desatino. Pero no: me volví a equivocar. Y ahora estamos en lo más hondo de la derrota, cavando con energía a ver si encontramos más hondura del mal, más profundidad en el error.

Tengo que decirlo: esta podredumbre supera las cotas alcanzadas por el fujimorismo. Ni en las peores etapas del decenio shogunés del señor Fujimori asistimos a este grado de depravación. El padre de Keiko tuvo entre sus servidores a Moisés y Alex Wolfenson, pero ahora el país mismo parece gobernado por los Wolfenson. Es como si el lumpen del que se sirvió Fujimori hubiese dicho “nos cansamos de estar en segundo plano”. Es como si los esbirros hubiesen dado un golpe de estado. 

En estas condiciones, ¿qué esperar de las elecciones del 2026?

Nada bueno. Yo lo que espero es la activación de una maquinaria que le garantice a la mafia gobernante la continuidad de sus propósitos. Y si para eso necesitan campañas de difamación, demoliciones por encargo, periodicazos de terror, televisiones en ristre, encantamientos de serpiente, pues habrá todo eso. Y si todo eso es insuficiente, pues habrá apagones a la hora del conteo y fraude. Para eso se han preparado y siguen haciéndolo.

La mafia que se ha apoderado del gobierno no puede permitir que venga un régimen que derogue sus leyes procrimen y que examine sus arreglos con la oligarquía y con la economía en negro que tiene a sueldo a buena parte del congreso. La mafia aspira a la impunidad y al continuismo.

La mafia sueña con una sucesión cómplice porque se le va la vida en este empeño. La cárcel espera a muchos de sus abogados y legisladores y la vergüenza aguarda a quienes apañaron estos años de hecatombe moral. Y la restitución de las normas sobre la extinción de dominio o el procedimiento de los allanamientos, para citar dos ejemplos, hace temblar a procesados y procesables de toda laya. Los que acudieron a la prescripción y los que se beneficiarán con la próxima amnistía, ¿qué no harán para impedir que fuerzas nuevas ganen las elecciones y fumiguen el país?

Por todo esto es que la mafia necesita arrasar con lo que queda de la fiscalía y con un sector del poder judicial que sigue rebelándose. Y quienes se beneficiaron de las exoneraciones tributarias y las gollerías de las obras públicas amarradas invertirán, por supuesto, en la candidatura que les asegure esos privilegios. 

Es vital que Patricia Benavides, alias Vane, no regrese a la Fiscalía que embarró protegiendo a su hermana y encabezando un movimiento cuyo único objetivo fue tumbarse al gobierno de Castillo. Y, claro, Castillo fue tan idiota y tan miserable que ofreció todos los flancos y al final, aterrorizado por lo que iban a decir sus cómplices, dio aquel golpe de estado sacado de un libreto de Televisa. Pero soy de los que creen que si Castillo hubiese sido un hombre honesto, la maquinaria de Benavides, el fujimorismo y los asesores apristas habrían encontrado la razón para extirparlo. Es importante que el poder judicial siga demostrando independencia de criterio aferrándose al marco jurídico internacional. Es importante que sigamos resistiendo. He dejado de leer a Cioran porque leerlo en el Perú es una redundancia y porque quiero creer que tenemos alguna esperanza de rescatar al Perú de manos de esta gentuza.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 738 año 16, del 20/06/2025

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25 de mayo de 2025

Perú: Llévate lo que puedas

Carlos León Moya

"Nunca la caída de un gabinete importó menos. ¿Se cayó mi primer ministro? Qué penita. Bueno, me voy de viaje"

En algunos programas concurso hay un premio principal llamado “Llévate todo lo que quieras”. El ganador es conducido a un supermercado o a una tienda por departamentos que está vacía, sin gente, pero llenecita de cosas sólo para él. De pronto, las cámaras enfocan al ganador, ansioso, carrito en mano, frente a una tienda llena de vinos, iPhones y Play Stations, con el desesperado objetivo de llevarse todo lo que puede.

Eso: todo lo que puede, no lo que quiere. El premio tiene un tiempo límite de sólo un minuto, sólo un minuto. Apúrate y devora. Se suele ver al ganador meter entero el brazo a un anaquel para llevarse todo a la vez, correr agitado hacia la sección de los productos más caros, tropezar en el segundo 59 con un melón.

Pensemos ahora en Dina Boluarte y su relación con el Estado peruano.

En teoría, al ser presidenta, Boluarte debe dirigir al Estado y sus políticas públicas. Si el Estado fuese un supermercado –el sueño de la fenecida derecha neoliberal–, ella sería la jefa, la gerente, la CEO. Con Juan José Santiváñez cuidando la puerta, por supuesto.

Sin embargo, todos sabemos que Boluarte no dirige nada. Al contrario: cada que puede se aprovecha del Estado para servirse a sí misma en las cosas más nimias. No es como Alan García, que otorgaba toda la sección charcutería a una empresa brasileña a cambio de pagos en loncheras, o como Alberto Fujimori, que simplemente fue y vació los almacenes. No. Boluarte es nimia. Hasta su aprovechamiento es mediocre. Entra al supermercado. Agarra cositas enanas: un rimmel, un litro de leche. Se las lleva sin pagar.

Pero últimamente Boluarte está en un modo distinto. Ha entrado en su propio programa concurso “Llévate todo lo que puedas (del Estado)”. Después de las cirugías, joyas y relojes, ahora busca con desesperación cualquier beneficio chiquito: viajes y más viajes, desactivar a todo policía que la investigó, usar tres vestidos por día.

Sus intentos por viajar al Vaticano han sido lamentables para cualquier estándar. Primero fue para los funerales del Papa Francisco, pero el Congreso se lo negó. Boluarte debió verlo por televisión, a regañadientes, aunque seguro prefirió una novela turca. Y después, con la elección de un Papa peruano, se le presentó literalmente la virgen. “Ahora sí puedo ir, ¿no?”, le dijo al Congreso, de rodillas. “Sí, pero sacrifica a Adrianzén”, le dijo el Congreso como si ella fuese Abraham. El 13 de mayo Adrianzén renunció. El 14 Boluarte tuvo la autorización de viaje y juramentó a su nuevo gabinete. El 15 empacaba sus vestidos más horribles para viajar al Vaticano. Nunca la caída de un gabinete importó menos. ¿Se cayó mi primer ministro? Qué penita. Bueno, me voy de viaje.

Si uno piensa en Boluarte como una presidenta, no la va a entender. Si uno la piensa como política, tampoco. Uno debe entenderla como lo que es: la ganadora de un programa concurso, cada vez más desesperada por llevarse todo lo que puede de los anaqueles.

¿Desesperada porque se le acaba el tiempo? Claro. Es solo un minuto. Boluarte lleva 30 meses de presidenta. Le quedan solo 14 más. Es el momento en que los participantes empiezan a agitarse. Ahorita se resbala con el melón.

Pero hay algo más grande que desespera a un participante así: es la sensación de estar en una situación irrepetible. Es solo esa vez y nunca más. Se acaba el tiempo. Fin.

Es, finalmente, el premio de un sorteo, y ganar uno es muy inusual. La mayoría de mortales se pasa la vida sin ganar un sorteo jamás. ¿Ganar el mismo sorteo dos veces? Imposible. Además, no depende de uno sino del azar. No hay cómo controlarlo. Finalmente, la gente que suele desesperarse más con estos sorteos es aquella que no puede costear con facilidad el monto de los premios. Si uno es rico, bueno, qué más da. Si uno tiene ya todos los productos en casa, bueno, no pasa nada si no me llevo el Thermomix. Pero si uno no los tiene y cree que nunca los tendrá, se desespera con más facilidad. Es ahora o nunca. Se trepa en montañas de papel higiénico para llegar a los televisores OLED.

Esa es Dina Boluarte. Se le acaba el minuto de una presidencia que le tocó por voto popular, sí, pero también por azar, porque así son las elecciones en el Perú. De trabajar en la oficina de Reniec del óvalo Higuereta se ganó Palacio de Gobierno por un minuto: llévate todo lo que quieras, Dina. Y no sabe qué hacer. Ya están los relojes y la estirada de cara. Solo me quedan los viajes. No importa que parezca angurrienta. Su cálculo no es político: solo está desesperada por picar cositas y no lo disimula. Por eso tiene 0%.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 734 año 16, del 23/05/2025

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22 de marzo de 2025

Perú: Cacasenos, alcahuetes, mequetrefes

 

Ronald Gamarra

"Para ser ministro en el cogobierno de Dina y el pacto corrupto hay que ser o parecer tonto rematado"

Al momento de cerrar este artículo, hay cuatro mociones de censura planteadas contra el ministro del Interior, el impresentable José Santiváñez. Está la proposición original, entregada hace muchas semanas por la congresista Susel Paredes, que muy pocos querían firmar, y hay otras tres iniciativas elaboradas apuradamente por quienes apenas hace unos días lo apoyaban cerradamente y consideraban inadmisible ya no digamos censurarlo, sino ni siquiera interpelarlo, es decir, llamarlo a responder un cuestionario sobre su desempeño. Al ministroll no se le toca ni con el pétalo de una flor, era la consigna de Dina, Acuña, Porky, Keiko y Cerrón, su atento servidor. Por eso, hay que sospechar que la presentación de tantas mociones de censura a la hora nona, y por la costra que lo banca desde que asumió el cargo, es una burda maniobra para que finalmente no se apruebe ninguna. Hoy, que es fin de semana y usted lee este semanario, ya sabrá qué ocurrió. Pero a estas alturas, eso es lo de menos.

Lo importante es lo que va quedando claro en el camino. En primer lugar, que para tener un puesto en el actual cogobierno de Dina y el pacto corrupto, el requisito más importante es la carencia de escrúpulos, el comportamiento cómplice. Como dijo el propio Santiváñez en un audio hoy en manos del Ministerio Público: para llegar todo vale. El ministro ya no es el responsable de un sector del gobierno, que desarrolla, pero a la vez limita el poder del presidente de la república, pues este no puede disponer nada sin su refrendo. La persona que requiere este cogobierno es básicamente un alcahuete, un mequetrefe. Un individuo dispuesto a todo: a encubrir las infracciones, tropelías, desvergüenzas y hasta las fechorías de quien le dio el puesto y el fajín. Con la decisión y las habilidades para torcer la justicia y las instituciones, según los intereses de los potentados que lo respaldan. Y si hay una entidad que cumple su trabajo, pero molesta a sus amigotes poderosos, disolverla y desaparecerla, como ocurrió, por ejemplo, con la Diviac.

En segundo lugar, que para ser ministro de Dina hay que ser básicamente un sobón. Un adulón. Un lamebotas. Un sujeto despojado de dignidad y honor. Adiós a la personalidad que debía exhibir el ministro para representar a su sector y aplicar una política pública con la debida prestancia, con lealtad a la presidencia, pero también con la capacidad y la integridad para renunciar, si acaso hay desencuentro o disenso. Hoy los ministros se dedican a cantarle alabanzas, sea cual fuere la circunstancia. Ninguno se estremece ante las revelaciones documentadas que la asedian un día sí y el otro también. Ellos están ahí, armados de escobillones para limpiarle el paso. Para negar lo que todos vemos. Porque, además, chamba es chamba, y la plata es buena si solo te exigen servir a los amigotes y proteger a Dina pase lo que pase.

Tan importante como lo anterior es estar dispuesto a entrar en componendas y arreglos ilegales, alentando y armando negociados al más alto nivel para repartir los recursos del erario entre los secuaces del gobierno y el congreso, y las empresas que estos favorecen o representan, sus familiares, partidarios y cómplices. Los ministerios están atravesados por densas redes de saqueo del dinero público que empobrecen cada día más al pueblo y determinan la pésima calidad de la obra pública. Los ministros ignoran absolutamente de qué se ocupa y cuál es la misión de su cartera, pero cuántos de ellos se han convertido en diestros administradores de la coima y las coimisiones. El enriquecimiento ilícito es una característica que el régimen actual está llevando con celeridad a un nivel de campeonato, sin igual en la región latinoamericana. Basta ver cómo vamos en los reportes internacionales sobre transparencia y corrupción, donde siempre estuvimos mal, pero la caída de los últimos años es exponencial. ¿Dónde estás, Demartini? ¿Cuándo reapareces, Fredy Hinojosa?

Más allá de lo dicho, para ser ministro en el cogobierno de Dina y el pacto corrupto hay que ser o parecer tonto rematado. Porque se escucha cada rebuzno en boca de cualquier cacaseno con fajín de ministro. ¿O será que tanto confían en la paciencia, el aburrimiento o la fatiga de la gente, que creen que ya nadie repara en sus sandeces? Las declaraciones de los ministros son un festival de la risa, pero de la risa con rabia porque está en juego la vida y el bienestar de toda la nación. En estos días se ha destacado con gran ventaja Morgan Quero, defendiendo a su jefa con los argumentos más ridículos, insistiendo en que las cirugías plásticas de Dina no fueron por veleidad estética sino por urgencia de salud, y afirmando que su sector, el de la educación pública nada menos, está a la vanguardia en el continente. El pobre vive en una realidad paralela propiciada, quizás, por el consumo exagerado de alguna sustancia. O porque simplemente es un tonto de capirote. Porque salir a decir que todo el gabinete está con Santiváñez, como un solo hombre, y todos con la presidenta, es lo más necio que se puede hacer en política hasta para defender a un impresentable.

¿Quieres ser ministro ahora? Pues ya conoces los requisitos. Sólo basta asumirlos. Todo depende del respeto que cada quien tenga por sí mismo. Lo triste para el Perú es comprobar, cada vez que hay necesidad de cambiar de ministro, cuántos son los aspirantes a ceñirse el fajín y convertirse en el nuevo adulón inescrupuloso coimero y cacaseno del gabinete ministerial. Candidatos siempre habrá de sobra, de manera que si finalmente ven la conveniencia de sustituir a quien les ha servido tan bien y en lo que más necesitan y les gusta, como Santiváñez, pronto encontrarán a otro de la misma calaña.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 725 año 15, del 21/03/2025

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17 de enero de 2025

Perú: Delincuentes

César Hildebrandt

La derecha peruana no se anda con medias tintas, maldice a los dubitativos, reniega de quienes se dejan tentar por alguna incertidumbre. Por eso prefiere a los delincuentes. No hay nada mejor que un canalla para crear, a patadas, el imperio de la ley (del más fuerte).

Por eso es que la derecha de esta comarca sigue enamorada de Alberto Fujimori y de su estela. Por eso respalda a Dina Boluarte. Por eso mismo rinde tributos a la memoria de Alan García.

A la derecha le incomodan los modales democráticos, las decencias inútiles, las reglas iguales para todos. Opta siempre por la concentración de los poderes, la firmeza a la hora de reprimir el descontento, la sangre fría cuando de abolir derechos se trata. La derecha ama los atajos y odia las formalidades cuando de prevalecer se trata.

Ahora, la derecha y su prensa –la virtual unanimidad de televisiones y papel colgado– han encontrado en Dina Boluarte a la mujer perfecta.

Porque Boluarte es el sueño equívocamente lombrosiano del ser criminal. No hay en ella un solo rasgo de pulcritud y buenas maneras. La señora huye del recato como si de un leproso se tratara.

¿Quiere que le presente a alguien que traicionó al presidente que la llevó en su lista? Pues aquí está. ¿Quiere conocer a alguien que hizo de su hermano el operador de una maniobra para crear un partido con fondos públicos y reclutadores salidos del presupuesto? Pues ya sabe quién es. ¿Aspira a darle la mano a quien destroza a la mejor división de la policía por venganza, retuerce las estadísticas para poder mentir con respaldo oficial y se alía con el hampa del Congreso para evitar la vacancia? Mírela bien.  

Cada día la señora se parece más a los Fujimori, a Pepe Luna, a César Acuña, a la pandilla extrema que ha hecho del Congreso el antro que es hoy.

Cuando la justicia prevalezca y nos libremos de esta gentuza habrá que recordar al detalle quién fue Dina Boluarte.

Dina Boluarte ha sido un eslabón importante en la cadena de sucesos que, desde comienzos de los 90, nos pudrió como país y normalizó lo peor de nuestra identidad.

Con ella volvieron Rodríguez Medrano al poder judicial, Blanca Nélida Colán a la fiscalía, Acosta Sánchez al Tribunal Constitucional. Para no hablar del payaso que tiene el alias de “defensor del pueblo”.

Gracias a Boluarte una coalición derrotada en las urnas ha cambiado las leyes en favor del crimen y ha reorganizado el país como un sistema mafioso dirigido a producir benevolencia para el delito y crear dificultades a jueces y fiscales honestos (que son cada día menos).

La reducidora que escondió las joyas regaladas por un gobernador corrupto protege ahora a un ministro que se niega a entregar las claves y el chip de su celular cargado de basura comprometedora. La señora que se alió con lo más lumpen de la política invade los fueros del Tribunal Constitucional –hace rato infectado por Fuerza Popular– y se lanza con un discurso en el que justifica los asesinatos, ordenados por ella, de diciembre de 2022 y enero de 2023. Y, por supuesto, miente como respira: habla de aeropuertos tomados, turbas dementes con vocación de matar, de comunistas que conspiraban contra “el orden establecido”. Y miente en el recinto del TC, donde tiene demandas pendientes con las que pretende salir impune.

No, señora: los muertos que vos matasteis (no todos, porque murieron observadores, viandantes y hasta alguien que auxiliaba a heridos) lo que querían es que usted no hediera en Palacio. Y tenían razón: Palacio hiede.

La señora Boluarte está acusada de obstrucción a la justicia, encubrimiento personal, cohecho pasivo impropio, homicidio calificado, pertenencia a una organización criminal y conspiración para encubrir la fuga de Vladimir Cerrón.

Esta es la delincuente que nos habla, con cada vez más insolencia, de todo lo que le debe la patria a su gobierno.

Y mientras tanto, en las calles, la gente camina con miedo, se sube a los buses sabiendo que puede encontrarse con una bala perdida, que un celular puede costarle la vida. Hienas criollas y escoria importada han creado la industria más próspera: la de la extorsión a plomo limpio. Este es un país dominado por el crimen y gobernado por una firme candidata a pasar algunos años en la cárcel.  Suena de lo más coherente. Que la banda toque una marcha.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 716 año 15, del 17/012/2025

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