César Hildebrandt
"A partir de agosto del 2026, señora, usted tendrá lo que ha hecho tanto por merecer"
No le deseo ningún infortunio a la señora que va a Palacio, pero me temo que apenas deje el cargo que no cesa de manchar le van a llover papeles, audios comprometedores, mensajería de nuevos cuellos blancos, óbolos de waykis, porcentajes. Y la traición hará, como siempre sucede, el viaje de vuelta. Bajo presión, los Quero y los Santiváñez colaborarán eficazmente mientras personajes de menor rango, que ahora ni imaginamos, saldrán a contar lo suyo.
La señora vive en la mugre de la política porque así lo decidió. Nadie le dijo que sucediera a Castillo, esa farsa con sombrero, para aliarse con quienes perdieron las elecciones. Nadie le puso un revólver en la cabeza para que se acostara con el hampa y se levantara convertida en la amante de los Soprano del Congreso. Nadie le dijo que se suicidara moralmente y saliera a defender la ley de Fernando Rospigliosi que amnistía a asesinos uniformados.
No le deseo nada malo a la señora que va a Palacio, pero me temo que a ella le va a suceder lo peor. Y lo peor que puede pasarle a alguien de su calaña es que se quiera más cada día y que a cada hora le crezca, como hierba salvaje, la autoestima. Eso ya está ocurriendo.
En su maratón de lectura del 28 se la vio más empoderada que nunca y alcanzando cumbres del cinismo. Y ahora que desafía el orden internacional achorándose con la Corte Interamericana de Derechos Humanos o enemistándonos inútilmente con Bolivia, uno percibe que la señora ha decidido cavar su tumba con más energía que nunca.
Las cosas no son como se las han descrito sus asesores, señora Boluarte. Se siente usted la reina Victoria de un reino tan poderoso como imaginario que hasta se atreve a dar lecciones a sus vecinos, pero lo cierto, señora, es que usted preside ilegalmente un país atravesado por el crimen organizado. Y usted no es Victoria, sino la pantalla de un Congreso dominado por la oscuridad. Victoria se casó con su primo Alberto de Sajonia y con él tuvo nueve hijos. Usted se ha casado con Keiko Fujimori y César Acuña y de esa unión sólo nacerán gárgolas de adobe.
Cuando el artículo 117 de la Constitución no la proteja, acudirán a su casa los fiscales, señora Boluarte. Que sus abogados la protejan, que los jueces sean justos. Y en ese trance, tendrá usted que probar que no merece la consagrada figura de la autoría mediata en el caso de los asesinatos de diciembre del 2022 y enero del 2023. Pero tendrá que defenderse también del cargo inminente de encabezar una organización criminal que, en combinación con el Congreso dominado por el hampa, favoreció el delito con leyes que parecían tener nombre propio.
Usted es de las peores cosas que le podían pasar al país. Y la gente la desprecia no porque usted sea una mujer andina –ya quisiera tener usted la modesta sabiduría de muchísimas mujeres andinas– sino porque usted ha demostrado que lo único que le importa es el cargo, los ritos, el oropel, los húsares, el dinero, la apariencia insolente de un éxito que necesita de policías y soplones.
A partir de agosto del 2026, señora, usted tendrá lo que ha hecho tanto por merecer. No me complaceré viéndola en esos trances, pero tampoco diré que el destino ha sido cruel. La verdad es que fui educado en el respeto especial a las mujeres. Viví en una casa en la que mi madre tenía el rol protagónico y donde mis tres hermanas la secundaban. Me habría gustado ver en usted a una mujer con la que se podía discrepar pero a quien debíamos, por su cargo, rendir honores. Pero usted, señora, se ha escudado en la infamia y ha envilecido aún más la política de este país que dice representar. La historia ya la juzgó, señora Boluarte. Ahora falta que la juzguen los magistrados de alguna sala penal. Eso será inevitable.
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 743 año 16, del 01/08/2025
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