16 de marzo de 2024

Perú: Los intelectuales

César Hildebrandt

Los intelectuales trazan frases oscuras y escriben para sus pares. Escriben sesudos artículos en los que todo énfasis ha sido borroneado y hay un discurso tenue plagado de apariencias y fantasmas.

Los pares los festejan porque comparten el amor por la oscuridad y porque están igualmente convencidos de que la verdad no existe, que la ira está prohibida entre la nobleza de Versalles, que condenar es un asunto de callejoneros.

Entre pares se citan, se recitan, se felicitan. Y la niebla crece, las ambigüedades se agigantan, las explicaciones indescifrables se consolidan.

Todo es un misterio por resolver, un nudo complejo de variables, una ventana de oportunidad para el no pronunciamiento. Es la misma bruma color panza de burro que envolvió al fujimorismo ancestral y justificó sus barbaridades.

-No juzgamos –dicen los intelectuales–, tan sólo describimos. No somos binarios. Nosotros intentamos comprender.

De resultas de esas propuestas académicas, de esa tesonera búsqueda de coartadas, de esa aplicación castradora del contexto, desaparecen los grandes temas de la sangre y el fuego. Esos temas son los que asustan porque puedes perder una beca, una cátedra en una universidad del extranjero, la continuidad en una ONG regida por “los grandes valores”. No te vayas a meter en esos líos.

Luego llegan otros intelectuales, de avanzada, y proponen nubarrones aún más densos, encubrimientos mejor armados, dialécticas alquitranadas. Son la fuerza de choque de la verdadera inteligencia artificial, los Sartre del nomeimportismo, los Bertrand Russell del acomodo. Ellos defienden la ideología de género y se pronuncian en contra del calentamiento global pero callan respecto de lo que pasa en Gaza y de lo que pasará en el Israel genocida que Netanyahu construye bomba a bomba.

Hablan los González Prada del escapismo y entonces, como en un acto de magia, desaparecen cosas y emergen conejos de los sombreros. Y todos ríen de contentos: Houdini ha vuelto disfrazado de palabras.

Lo primero que se esfuma en esta operación de encantamiento es el imperialismo norteamericano.

¿Dónde está el ya viejo imperialismo que invadió setenta veces siete todos los continentes para hacer de las suyas?

¡Se ha esfumado entre los humos de los ensayos y las interpretaciones! Quien se atreva a recordar lo más reciente –Irak, Libia, Palestina– se arriesga a ser puesto en una lista negra de apestados.

¿Y la concentración de las riquezas y la extensión de las pobrezas? Tampoco están en el guion de la posmodernidad.

¿Y la asimetría de escándalo del comercio mundial que supuestamente supervisa la OMC?

Parece una vulgaridad hablar de eso mientras Estados Unidos obliga a Europa a comprar energía mucho más cara para castigar a Rusia al mismo tiempo que la Cámara de Representantes aprueba un proyecto para prohibir Tik Tok si persiste en ser chino.

¿Y la inutilidad de la ONU y la vergüenza del Consejo de Seguridad y la voracidad reincidente de las petroleras? Nada.  

En relación al Perú y a la región, los intelectuales lo tienen claro: López Obrador es malo y Enrique Krauze es bueno, Petro es insoportable y Milei es toda una promesa de privatización y libre mercado. Lo demás se deduce: Dina Boluarte es lo que debemos aceptar y los 49 muertos del escarmiento están en los expedientes de la Fiscalía. No hay más que discutir.

¿Y el Congreso?

Hiede, pero es lo que tenemos, surgió del voto popular.

¿Y los grandes medios? Bueno, son los que la gente autoriza con su sintonía o su suscripción.

¿Y el futuro de este país capturado por congresistas pendencieros, fiscales canjeadores, delincuentes nativos y extranjeros? Ya se verá el 2026, cuando la democracia se renueve y la tectónica de placas decida cómo nos movemos.

Ah, los intelectuales. No saben en cama de qué amo habrán de amanecer.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 677 año 14, del 15/03/2024

https://www.hildebrandtensustrece.com/

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