1 de octubre de 2024

Perú: Un país antes de Hobbes

Carlos León Moya

Entonces, ¿sí éramos un western?

Hace unas semanas, me robé una teoría del género policial, que toma como base las películas western, y la apliqué a la política peruana. En resumen, el “western” se caracteriza por la ausencia de sistema: no hay policía, y el crimen o los indios asustan a los locales. No hay solución. De pronto, llega de fuera un salvador, un foráneo, e impone el orden. En cambio, el “southern” sería una versión macabra del “western”: sí, hay un sistema, pero está corrompido de pies a cabeza. El salvador es también un foráneo, y consigue sus objetivos puntuales a pesar del sistema.

Entonces, ¿qué rayos es el Perú? Somos un “southern” político, pero con alma de western social. El congreso maneja sin mucho esfuerzo al gobierno, puso a una admiradora de Josemaría Escrivá de Balaguer a dirigir el Tribunal Constitucional y deroga a su antojo leyes que afectan sus negocios ilegales, como la asociación ilícita para delinquir. Allí, un “southern”.

Pero sus acciones tienen consecuencias concretas en la calle. Tener a un chupe como ministro del Interior para que salve a los políticos de la Fiscalía, sumado a leyes que evitan la persecución del delito y solo benefician a los que roban oxígeno en el congreso, en medio de veintiún meses de romance entre congreso, gobierno, hampa y mediocridad, trajo como consecuencia que todo se vaya al cacho. “Southern” para el centro de Lima, “western” para el resto del país.

¿Qué cosa más “western” que un paro de transportistas, ya no por el aumento de la gasolina o por un peaje, nimiedades burguesas, sino para que los extorsionadores no los maten? ¿Cuál es su demanda? Que la policía por fin haga su trabajo, que no es matar manifestantes sino perseguir el delito. Una mezcla de derecho a la vida con derecho al trabajo.

No vivir en un Perú pre Hobbes, donde son lobitos acechados por otros lobos más fuertes, con armas, y que no pueden ser procesados por asociación ilícita para delinquir. Hemos llegado al punto de hacer una marcha reclamando la existencia del Leviatán. Es la versión 2024 de la marcha por la paz de 1989, liderada por Henry Pease y Mario Vargas Llosa. Aquella enfrentaba a Sendero Luminoso, y uno de sus eslóganes era “no matarás ni con hambre ni con balas”. Ahora, el enemigo es la delincuencia común, al punto que los transportistas no pueden trabajar por las extorsiones. Su eslogan sería “tenemos hambre, no nos metan bala”.

La salida del gobierno, en conferencia de prensa del jueves, fue decirle “sí a todo” al comunicado de la bancada Fuerza Popular que pedía dos cosas: militares a las calles y crear el delito de terrorismo urbano. Súbditos hasta el final. No agregaron nada. Como dirían los jóvenes: x2.

Poco a poco, tener veintiún meses de miseria en dos poderes del Estado va dejando sus frutos. Poco a poco, la gente se va hartando. Por supuesto, la gente no se harta por una cosa abstracta: la política mediocre, la corrupción, los valores. La gente se harta por cosas concretas: me matan, los precios suben, no hay transporte. Quizá por eso, en las películas y series “southern” nadie cambia el sistema corrupto. El salvador llega, cumple su rol, se va. El sistema sigue. En los “western”, en cambio, las necesidades son tan concretas que la demanda es que el foráneo deje algo: ya, si quieres vete con los caballos mientras el sol desciende, pero mata a todos y ordénanos la casa que ya no podemos más. Eso: ya no podemos más, porque esto afecta nuestra vida cotidiana. Y si esa sensación aumenta, y de seguro así será, quienes tendrán que huir –pero del susto– son los miserables que habitan ambos extremos del jirón Junín.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 702 año 14, del 27/09/2024

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