5 de agosto de 2025

Perú: Poderosa nostalgia

Carlos León Moya

Alguien podrá decir “qué derrotista”, pero no lo creo. Me parece honesto

En estos días aparecieron dos libros con temas diferentes, pero con una nostalgia en común. Por un lado, “Caviar” de Eduardo Dargent, donde rastrea y desmonta esta palabreja y su uso. Por otro, “La marcha del fin del mundo” de Marco Sifuentes, donde cuenta la gestación de La Marcha de los Cuatro Suyos allá por el año 2000. Para esto, se basa en entrevistas y en sus propios recuerdos, pues trabajó en el área de prensa de la marcha.

Los tiempos que tratan difieren un poco. En Dargent, el análisis de caviar lo lleva desde su embrión en el 2000 –los “cívicos”– hasta sus últimas mutaciones el 2025, y revisa también las causas del “declive caviar”, entre ellas, el desfavorable contexto internacional. Sifuentes, en cambio, se centra en los meses de abril a julio del 2000, aunque siempre está presente la visión retrospectiva del autor y de algunos entrevistados.

Autores distintos. Temas distintos. Tiempos distintos. Sin embargo, hay tres elementos en común en estos libros, aunque quizá sean una misma cosa.

El primero es su fracaso como intento lúdico: los dos quisieron hacer un libro más alegre y juguetón del que les salió. Aunque Dargent inicia “Caviar” como una búsqueda cachosa pero informada, conforme avanzan las páginas se le va agriando el ánimo. Lo lúdico se transforma en ensayo y el ensayo se vuelve frustración y hasta rabia. Y está bien: a fin de cuentas, escribe sobre política peruana, y mientras lo hacía el país iba siendo desmantelado por pirañas. Lo mismo pasa con Sifuentes. Los títulos son lúdicos, pero no el contenido. A pesar de algunas anécdotas graciosas, hacia el final una idea va ganando fuerza en la cabeza del Sifuentes del 2000: todo eso había sido para nada. Igual Fujimori juramentó como presidente. Sin embargo, uno percibe que el Sifuentes del 2025 está pensando lo mismo sobre su presente: sí pues, mirando cómo están las cosas ahora, pareciera que todo fue para nada. El Sifuentes del 2000 camina entristecido por la derrota de la marcha. El Sifuentes del 2025 hace poco para consolarlo.

El segundo elemento es ese mismo: el desánimo. Dargent más furioso, Sifuentes más cabizbajo, pero los dos están permeados por el tema del que escriben: la política en el Perú. Los dos van adquiriendo un tono mustio que no está al inicio. Los dos terminan con posibles soluciones, aunque muy modestas: ahora que va a hundirse el barco, recomiendo agarrar a tiempo su chaleco salvavidas. Alguien podrá decir “qué derrotista”, pero no lo creo. Me parece honesto. Es lo posible. En un país inmóvil, mover el dedo gordo del pie es el primer paso. Prefiero eso a los libros de difusión de hace una década, que recomendaban grandes reformas o grandes marchas por la institucionalidad, llenos de ilusión e ingenuidad. Ahora sabemos que eso no es posible. Por favor: primero, recuperar la movilidad. Mover el dedo.

El tercero, y probablemente más mío, es la nostalgia. Los dos autores miran al pasado y transmiten, sin decirlo, que ese tiempo pasado que no nos gustaba parece mejor al de hoy. En “Caviar”, los debates de inicios de siglo que Dargent resume son infinitamente superiores a los balbuceos que tenemos hoy día. La gente peleaba en el Congreso o en sus columnas de opinión; podían ser miserables, pero exponían su miseria de manera verbal. Hoy los políticos ni siquiera escriben sus propios tuits, o hacen trends de TikTok. Dargent no pide volver al pasado, pero señala lo evidente: el debate se deterioró hasta el subsuelo. Reseñar la evolución del término “caviar” en los últimos 25 años es, en realidad, reseñar una involución. Es el homo sapiens regresando a los árboles.

En “La marcha del fin del mundo”, la nostalgia es imposible de evitar. Casi todos los personajes tuvieron un pasado mucho mejor. Era nuestro “momento Applebaum”. Expando: en un artículo del 2018, la historiadora Anne Applebaum narró la fiesta de año nuevo del 2000 que hizo en su casa, en Polonia. Allí estaban sus amigos y los de su esposo, un político polaco. Todos eran demócratas en lo político y liberales en lo económico. Todos del centro a la derecha. Había diferencias, pero todos eran amigos. Applebaum cuenta que para ese año, 2018, ya todos estaban enfrentados entre sí. Un grupo de esos demócrata-liberales se volvió autoritario y conservador; otros solo autoritarios, otros solo conservadores. La competencia política devino en ojeriza personal, en denuncias, en abusos. Al final, ya no eran amigos y quizá ni siquiera rivales, sino enemigos. Applebaum dijo que esto era “una advertencia para el mundo”: en los 2000 todos defendíamos la democracia, pero eso está por acabarse.

Nuestro momento Applebaum también fue el 2000. Sifuentes lo narra y, mientras aparecen los nombres de los personajes, uno va meditando en qué se convirtieron y termina por pensar que tomamos un camino equivocado. La nostalgia no es tanto por el año 2000 en sí, sino por los tiempos en los que pensamos que el Perú andaba finalmente, si no por el camino correcto, al menos por algún camino.

La nostalgia es poderosa y bastante difícil de evadir. Zygmunt Bauman se inventó la palabra “retrotopía”: ya no pensamos en “utopías”, como un futuro idealizado, sino en la añoranza que nos trae el pasado. A veces me siento rodeado por esa nostalgia. Pienso que se acabó el Perú de la transición (2000-2025) y que no lo disfruté lo suficiente. De seguro los autores de estos libros no son ni agrios ni desanimados ni nostálgicos, sino solamente yo.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 743 año 16, del 01/08/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

No hay comentarios: