César Hildebrandt
"Eso es lo que hay que rescatar, sin ningún complejo, señora Keiko"
Lima, 30 de octubre de 2025
Señora Keiko Fujimori
Recibo con beneplácito la noticia de que usted volverá a ser candidata a la presidencia.
No sabe la emoción que experimento al enterarme de esto. Si usted llegara a la presidencia, el Perú cambiaría para siempre. Estoy seguro de que esta vez no será como antes y que no habrá aspirante que le pueda disputar el triunfo.
Todos los que creímos en su padre, que fue el que hizo de nuevo este país ingrato, creemos que ahora esa herencia será tenida en cuenta.
Lo que le pido encarecidamente es que vaya pueblo por pueblo y villorrio por villorrio a dejar el mensaje del partido y que no confíe usted en el personal subalterno que no puede reemplazarla en esa tarea.
Hay que decirle a la gente la verdad, señora Keiko. Tenemos que decirle al pueblo del Perú que nuestro país tuvo dos etapas históricas: de 1821 a 1990 y de 1990 al 2000. Eso es lo que cuenta. Todos los años restantes son años perdidos. De 1821 a 1990 el Perú se intoxicó con palabras de prestigio y con políticos que no supieron enfrentar la realidad. De 1821 a 1990 todo fue frustración porque las grandes ideas no se acompañaron de líderes que estuvieran a la altura de las circunstancias. Lo peor no fue ni siquiera la derrota ante Chile en la guerra del salitre: lo peor fue que no pudimos unirnos para ningún gran proyecto. En 1990 empezó la otra historia, la que hizo su padre y la que nos convirtió en ejemplo mundial.
Eso es lo que hay que rescatar, sin ningún complejo, señora Keiko. En 1990 arrancó la gran transformación de este país que parecía dormido y que era víctima de todos los vicios, incluida la guerra declarada por el terrorismo marxista. Y en 1992, con la inevitable medida que se tomó para evitar que los partidos políticos arruinaran el programa de reconstrucción, el cambio se hizo más profundo.
No hay que olvidar que hasta julio de 1990 el Perú estaba en ruinas. Alberto Fujimori tuvo que empezar desde cero un proceso que pasaba por la derrota del terrorismo y por la puesta en marcha de un proyecto económico que abriera de par en par las puertas de la inversión nacional y extranjera y que olvidara, para siempre, todo el lastre del socialismo, el concepto de una falsa compasión social, el derechohumanismo paralizante y la presunción exaltada de que el Estado debía intervenir en las resoluciones del mercado.
Las empresas del Estado se remataron, como debía ser, y la actividad privada fue consagrada como el motor de la economía mientras que el país, gracias al Fondo Monetario Internacional, volvió a ser sujeto de crédito y socio del desarrollo.
Pasamos de ser el país que no se atrevía a sacudirse de las cadenas del socialismo encubierto al país que no persiguió la riqueza sino que la alentó. Pasamos de ser el país al que nadie quería venir a ser el centro de una transformación liberal que todos querían examinar de cerca.
Todo eso acabó en el año 2000. La conspiración del marxismo y la partidocracia dio resultados y el régimen que había cambiado para siempre el país gracias a una Constitución sabia y pétrea tuvo que irse.
Todo ha sido debacle desde entonces. Todo ha sido desorden, centrismo, retorno a las fórmulas impulsadas por pobretólogos que jamás dirigieron una empresa. Sólo en los últimos tiempos, gracias a Fuerza Popular, los sectores pensantes han recobrado algunos bríos y han dado batalla en la lucha por la hegemonía cultural. La conducta del Tribunal Constitucional en sus recientes fallos es todo un ejemplo.
Pero la amenaza persiste. La posibilidad de que algún comunista resentido o que algún centrista pusilánime engañen al pueblo con propagandas millonarias está allí. Y sólo usted, señora Keiko, puede hacer que esa amenaza no se transforme en espantosa realidad.
Salga a decir a todos los peruanos que está orgullosa de su padre, que es feliz siendo heredera del fujimorismo como opción política, que volver a la década 1990-2000 es lo que la gente, mayoritariamente, anhela. Y es cierto: el pueblo quiere el control y la paz de los años 90, el dominio de la coerción legítima, la alianza del Ejecutivo y el Congreso, la concurrencia de las instituciones que el anarquismo quisiera ver siempre dispersas apelando a una autonomía que sólo trae desconcierto. El puño de hierro para los adversarios del Perú y la mano generosa para las obras populares y el bienestar social: ese es el resumen de todo.
Presuma usted del pasado que le atañe. La memoria de la gente juega a su favor. Reclame usted ser la sucesora del mejor gobierno de la historia del Perú. De ese modo obtendrá el triunfo que la mezquindad y el odio de las alimañas le impidieron obtener.
Muy atentamente,
Ernesto Álvarez Miranda
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 756 año 16, del 31/10/2025
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