8 de marzo de 2024

Perú: Emergencia crónica

Ronald Gamarra

Una paradoja cruel de la vida peruana es la situación de la mujer. Nuestro país muestra un cuadro de calamidad en cuanto al respeto a sus derechos fundamentales, con índices de violencia contra ellas que se encuentran entre los peores del mundo, y con un nivel de impunidad simplemente brutal. Sin embargo, en lugar de reconocer esta realidad y combatirla activamente, hay un poderoso lobby de fanáticos y ultraconservadores que está imponiendo a toda escala medidas cuyo objetivo es hacer invisible este hecho tangible e indignante para quien tenga ojos de ver.

El Perú no es un lugar seguro y propicio para la existencia y realización de las mujeres. Aquí la violencia contra la mujer y la niña es uno de nuestros peores flagelos y se padece en todo estrato económico y social. Ninguna mujer, ninguna niña, está a salvo de sufrir alguna forma de atropello y ultraje, tal es la triste y dolorosa verdad que nos agobia y duele. Desde el “piropeo” agresivo y obsceno, tan habitual en nuestras calles, pasando por un creciente irrespeto, patanería y horror, hasta llegar al crimen, nuestra sociedad no le ofrece ni le garantiza a ninguna mujer o niña que podrá vivir con un mínimo de paz y seguridad. Finalmente, todas están expuestas.

La situación de la mujer es de emergencia crónica. En los primeros 45 días de este año, no menos de 24 mujeres han sido asesinadas, una cada dos días. A este ritmo, se superarán largamente los 165 feminicidios registrados el año pasado y los 147 casos del 2022. Según la encuesta ENDES, el 54,9% de las mujeres peruanas ha sido víctima de diversas formas de violencia física, psicológica o sexual, es decir una de cada dos mujeres. El año pasado se registraron más de 320 mil casos de violencia contra las mujeres en las diversas oficinas del Ministerio de la Mujer a nivel nacional.

La violencia sexual contra las mujeres en nuestro país es una de las más altas del mundo, lo cual debe llenarnos de vergüenza. Somos un país de violadores, aunque la frase incomode a más de uno y genere el griterío de muchos. La impunidad de tales delitos sexuales es también casi absoluta: muy pocos casos terminan en una sentencia condenatoria contra el agresor. El sistema jurídico y administrativo no protege ni asiste debidamente a las mujeres víctimas de estos ataques, más bien propicia la revictimización de la mujer que intenta obtener justicia. Alrededor de 20 mil mujeres son violadas cada año, según los registros oficiales.

Un capítulo horroroso es la violencia sexual contra las niñas y adolescentes. Según UNICEF, entre los años 2017 y 2022 se registraron casi 75 mil casos de violencia sexual contra niñas y adolescentes en el Perú, es decir, mujeres menores de 18 años. Es decir, un promedio de 34 casos diarios y 12 mil casos anuales. En vez de bajar, la cifra se ha ido incrementando y en el año 2023 se disparó hacia los 20 mil casos de violencia sexual infantil en sus diversas formas, de los cuales unos 6 mil casos son estrictamente de violación sexual. En promedio, una de cada tres víctimas de violación sexual es una niña menor de 14 años. Esta es la terrible realidad en que viven las niñas peruanas.

Como consecuencia de la violencia sexual contra las niñas, cada año más de 1,600 niñas de 10 a 14 años de edad se convierten en madres. Peor aún, en los últimos diez años unas 100 niñas menores de 10 años fueron violadas, resultaron embarazadas y fueron obligadas a convertirse en madres. En el último año, varios casos de maternidad infantil se hicieron conocidos porque en las sedes del Ministerio de Salud se les negaba a las niñas el derecho al aborto terapéutico y literalmente se las obligaba a experimentar un embarazo y maternidad nocivos a su edad, que las pone en grave riesgo de muerte.

Hay que tener presente que todas estas cifras adolecen de subregistro. Sólo nos dan una aproximación al problema de la violencia contra las mujeres y las niñas y nos indican claramente que es enorme, abrumador e inadmisible. Todos sabemos que la mayor parte de casos no se denuncian por vergüenza, temor o desconfianza ante la ineficacia de la justicia. Los victimarios son con frecuencia el esposo, el enamorado, el amante o el explotador, hombres que se arrogan una suerte de “derecho de propiedad” sobre la mujer, que les pertenece a ellos o a nadie, rasgo típico de un arraigado y nocivo machismo.

Esta es la realidad cruda y terrible de la violencia contra la mujer en el Perú, que los fanáticos y ultraconservadores quieren negar e invisibilizar, como se ha hecho históricamente entre nosotros. Esta es la realidad que por fin se ha hecho pública desde hace solo algunos años gracias a la aplicación del enfoque de género a partir de las investigaciones de las ciencias sociales y el derecho. Enfoque de género que esos fanáticos y ultraconservadores quieren abolir y desterrar para que las cosas sigan como en los buenos viejos tiempos del patriarcado, cuando las mujeres debían depender de un hombre en todo y no podían ejercer sus derechos con autonomía.

Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, encuentra a las mujeres peruanas bajo el fuego nutrido de los enemigos de sus derechos y hasta de su mera presencia. Es así que, actualmente, se tramita en el Congreso una iniciativa legal para cambiar el nombre del Ministerio de la Mujer por el de “Ministerio de la Familia”. No quieren saber ni en pintura de las mujeres y sus derechos. El cambio de nombre, a primera vista, puede parecer irrelevante, pero sería ingenuo creerlo. Pues detrás hay toda una ofensiva reaccionaria y machista en marcha, cuyo objetivo es hacer tabla rasa de los avances de las mujeres en sus derechos. Por eso, mejor hacerlas invisibles.

El cambio de nombre, declarado de “interés nacional” en el proyecto de ley, ha sido aprobado en la comisión de la mujer del congreso por nueve votos, uno en contra y tres abstenciones. La comisión de la mujer ha sido copada expresamente por las fuerzas antiderechos. De sus 26 integrantes, 11 son fujimoristas, que tienen la sartén por el mango unidos a 2 porkistas y a la servidumbre de 4 cerronistas, a los que se suman los abstencionistas y los que no asisten, que es otro modo de apoyar a los antiderechos. Llama la atención que solo una congresista votase en contra. El proyecto lo presenta Renovación Popular.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 676 año 14, del 08/03/2024

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