Pedro FranckeEste año cumplo cuatro décadas de publicar artículos de análisis de la economía peruana. En realidad empecé antes, cuando, como estudiante, sacábamos un periódico mural, colocado a la entrada de la facultad donde estudiaba. Fue una bonita experiencia, pergeñando ideas, tanteando argumentos, probando títulos y secciones. Era el segundo belaundismo y, tras un par de años de desmontaje de reformas claves del velasquismo y un primer intento neoliberal, la economía se vino abajo: en 1983 el PBI cayó 12 por ciento y la inflación se disparó al 125 por ciento. Para toda Latinoamérica se cerró abruptamente el financiamiento externo y la crisis de la deuda azotó a la región. Las discusiones claves eran las negociaciones con la banca internacional y el FMI, cuyas políticas agravaron la recesión.
Un par de años después, ya egresado y con Alan García de presidente, empecé a colaborar con dos medios de la izquierda de entonces. Uno fue el semanario “Amauta”, entonces dirigido por Santiago Pedraglio y posteriormente por Raúl Wiener, donde escribí unos cuatro años. Era un semanario político vinculado a la Izquierda Unida y al Partido Unificado Mariateguista, una de sus bases principales, donde yo solía escribir notas cortas sobre coyuntura económica. Más longeva fue mi colaboración en “Actualidad Económica”, una revista mensual que agrupaba a varios economistas de izquierda. Fue dirigida en varios momentos por Óscar Ugarteche, Armando Pillado, Humberto Campodónico y Beto Graña, y hasta 1992 yo solía escribir un artículo mensual sobre los problemas de la deuda externa, los contratos petroleros, nuestro comercio exterior y el mercado de cambio de soles por dólares. Todo ese periodo también fue de intenso debate. Primero frente a la propuesta heterodoxa de Alan García que logró una reactivación que resultó insostenible debido a una caída continua de nuestras reservas internacionales que llegó a un punto crítico en 1988. Antes, García había intentado arreglarse con los grandes grupos económicos llamados “los doce apóstoles”, tras cuyo fracaso tanteó la fallida “estatización de la banca”. Un paquetazo de septiembre de 1988 mandó los precios a las nubes, desató la hiperinflación, golpeó brutalmente los salarios y pensiones reales y produjo una recesión gigantesca: el PBI cayó en dos años la cifra récord de 25 por ciento. En la situación más delicada, la Izquierda Unida se dividió y Fujimori nos estafó prometiendo una política de “no-shock” para luego aplicar un paquetazo de alza de precios y nuevamente aplastar salarios e ingresos campesinos. Otra política de estabilización era posible sin sacrificar las economías populares y la crítica y la alternativa (bautizada como “plan Amaru”) fueron defendidas con sustento y pasión en las páginas de “Actualidad Económica”.
Luego del autogolpe de 1992, Fujimori persiguió agresivamente al director adjunto de entonces, Farid Matuk, acusándolo sin ningún fundamento de senderista. La revista necesitaba apoyo y decidí asumir ese rol como una nueva forma de activismo. Fue una experiencia fantástica trabajar varios años con Óscar Dancourt, su director, quien después cumpliría funciones como presidente del Banco Central. Aprendí discutiendo cada coyuntura económica y política. Fui el subdirector varios años, hacía una sección de notas pequeñas, monitoreaba a los colaboradores, organizaba una sección estadística, escribía lo mío. Las reuniones mensuales de discusión con un grupo de grandes economistas como Javier Iguíñiz, Jürgen Schuldt, Bruno Seminario, Waldo Mendoza, Félix Jiménez, Kurt Burneo, Humberto Campodónico y varios otros eran geniales. Desde la crítica a la política económica neoliberal, a la supresión de derechos laborales y las privatizaciones corruptas, insistimos en alternativas que pusieran por delante el empleo y los ingresos de trabajadores y agricultores. Para el registro: los artículos firmados esos años por “Juan Robles” son míos. Usé ese seudónimo tras algunas amenazas fujimoristas de quitarme mi empleo (que no podía arriesgar teniendo tres hijas menores).
Derrotada la dictadura fujimorista, en este milenio he pasado por varias colaboraciones y aventuras editoriales. La revista “Actualidad Económica” dejó de salir pero el grupo se mantuvo varios años rotándonos una columna interdiaria en “La República” bajo el mismo nombre, mientras seguíamos reuniéndonos para discusiones mensuales. Luego promoví una nueva publicación, que se llamó “Bajo la Lupa”, con un formato distinto que en cada número abordaba una problemática. Por ejemplo, ‘El Trabajo en el Perú’, ‘La Minería y las Comunidades’ y ‘La Amazonia’. Un grupo que, sin más apoyo que nuestra voluntad comprometida, armó cada edición mes tras mes durante casi tres años. Magaly Zevallos, Armando Mendoza, mi querida hermana Marfil y varios amigos más fueron los protagonistas. Cerrada esa experiencia, otras dos publicaciones me convocaron. Una fue “Otra Mirada”, una de las primeras publicaciones en formato electrónico con artículos de análisis, donde colaboré y fui parte de su comité editorial hasta el 2010. Luego pasé varios años colaborando con “Diario Uno”, después “La Primera”, con columnas una o dos veces a la semana.
Quizás los párrafos anteriores tienen algunos errores e importantes omisiones y ruego me disculpen porque mi memoria siempre ha sido bastante imperfecta. En todo ese tiempo hubo algunas interrupciones, en particular cuando me tocó cumplir función pública. Como ustedes saben, ahora escribo en “Hildebrandt en sus Trece”. Lo hago casi desde que comenzó a salir este semanario, estimo debo ir ya por unas seiscientas entregas. La nueva realidad me ha llevado también a intentar breves columnas con formatos audiovisuales de circulación en redes sociales y en la cuenta @pfrancke en YouTube hay una serie de conferencias sobre temas de la economía peruana.
¿Qué afanes me han impulsado? Por un lado, una creencia en que un futuro mejor, más justo y de bien común pasa por un conocimiento democratizado. La salida de fondo a la crisis que vivimos demanda una amplia participación democrática de una ciudadanía que tenga buena información y análisis. La economía es un tema primordial pero puede resultar árido para muchas personas, al mismo tiempo que provoca mucha opinión sin sustento, o, más llanamente, ‘fake news’. Aunque se suele reservar la economía a los expertos, parafraseando a Clemenceau, quien dijo que “la guerra es demasiado importante para dejársela a los generales”, la economía es demasiado importante y en su entendimiento entran en juego muchos valores fundamentales como para confiársela sin control ciudadano a ‘especialistas’. El balance entre democracia y meritocracia, en este asunto, es delicado y difícil, pero personalmente mi apuesta de largo plazo es por más ciudadanía.
Mi otra convicción es que la política, como espacio de definiciones colectivas, es esencial, y que la economía es importante para la política. Durante mucho tiempo se repitió en el Perú la tontería de que la política y la economía iban por cuerdas separadas. Nunca ha sido así. El bienestar y progreso de los pueblos depende muchísimo de las políticas económicas, que son política. Los intereses particulares –como hoy lo hacen los grandes agroexportadores y empresas mineras–, buscando no pagar los impuestos justos, financian campañas, periódicos y canales de TV, hacen lobbies y compran congresistas, logran leyes a su favor y cuentan con policías a su disposición. Además, la evolución de la economía explica buena parte de la política. El pueblo vota también pensando en su bolsillo. Tener un mejor gobierno requiere, como un punto esencial, una mejor política económica y un buen manejo de la economía política y por eso este tema hay que discutirlo ampliamente en la ciudadanía, con el mejor entendimiento posible.
El gran reto para mí es difundir conocimiento. No caer en el texto difícil que casi nadie entiende, pero tampoco en la frase publicitaria que puede ser pegajosa pero que no ayuda a la reflexión sino sólo a una reacción emocional. En ese intento seguiremos.
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 716 año 15, del 17/012/2025
https://www.hildebrandtensustrece.com/
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