30 de enero de 2025

Perú: Ataques ideológicos de la ultraderecha son respuesta a las conquistas de derechos

Paul E. Maquet

Lo que vivimos ahora tiene un nombre: se llama reacción. Y si existe una reacción, es porque antes hubo una acción. Es natural que estemos preocupados por el auge de estos grupos autoritarios que quieren imponer una agenda de retrocesos generalizados. Pero no hay que perder la perspectiva histórica: la virulencia de estos ataques es directamente proporcional a los avances que hemos conquistado en los últimos años. El odio antiderechos de estos grupos “libertarios” ultraconservadores es, en realidad, un indicador del éxito que ha tenido la lucha por los derechos.

Años atrás, cuando yo era aún estudiante, el acoso machista contra las mujeres era algo absolutamente normalizado. Silbidos en la calle, metidas de mano en el trasero, hombres abusando de mujeres en situación de embriaguez, o aprovechando una situación de poder o jerarquía para hacer avances sexuales: todo esto no solo no estaba legalmente prohibido, sino que ni siquiera era “mal visto”. Pero desde los años 2015-2016, una nueva ola de feminismo sacudió el mundo, con manifestaciones gigantescas y éxitos notables en las leyes y -lo más importante- en la opinión pública.

Normas contra el acoso sexual; avances en paridad y participación política; tipificación de los “crímenes pasionales” (sic) como delitos de feminicidio, es decir, un tipo de homicidio agravado por ser expresión de la violencia machista; cambios normativos en relación a la interrupción del embarazo: todos estos son solo algunos de los éxitos legales que logró este movimiento en distintos lugares del mundo. Pero lo más importante de todo: comportamientos que antes estaban “normalizados” empezaron a ser mal vistos y a ser objeto de denuncias públicas. Una naciente regulación social -más allá de la legal- empezó a golpear los “usos y costumbres” del machismo cotidiano.

Ahora se hace muy fácil criticar esta ola de feminismo, y todos los días se encuentran cuestionamientos en las redes sociales. Que si “se le pasó la mano”, que si el lenguaje inclusivo, que si las denuncias falsas o el “yo te creo hermana”. Lo cierto es que fue un terremoto y que las garantías legales y percepciones públicas favorables a la igualdad de derechos están hoy mejor que hace 20 años.

Lo que vemos ahora es la rebelión de los “incels”, como ellos mismos se han denominado. La contraofensiva del conservadurismo de género, de los que quieren volver a los tiempos en que el acoso estaba normalizado, de las “trad wifes” que quieren regresar a los tiempos en que el ideal social era que la mujer se quedara en casa, dependiera del sueldo del marido y lo sirviera.

Lo mismo podemos decir si miramos la lucha por los derechos de las comunidades sexualmente diversas. Hoy, un presidente puede insultar a las personas homosexuales en la tribuna del foro de Davos, y otro puede zanjar que “solo existen dos géneros” -incluso contra toda la evidencia de la ciencia biológica, que demuestra muchos matices. Pero esta comunidad -que siempre ha existido, desde que el ser humano es ser humano, y que siempre va a existir, aunque la quieran proscribir o aunque le quieran imponer “tratamientos” para “curarla”- ha conquistado derechos concretos en las últimas décadas. Matrimonio y reconocimiento legal de las parejas del mismo sexo, incluyendo el derecho de adoptar; tipificación como crímenes de odio de los actos de violencia contra las personas homosexuales; reconocimiento de la identidad de género en documentos oficiales: estos son logros que se han producido gracias a las luchas de esta comunidad en muchos países del mundo.

Aún más importante: ahora ya no están tan normalizados como antes los actos de discriminación cotidianos, como la hostilización por personal de seguridad de las parejas del mismo sexo que se expresan cariño en espacios públicos. La propia opinión pública es cada vez más abierta a reconocer la igualdad de derechos de las personas independientemente de su orientación sexual. El apoyo público a la comunidad LGTBI es mucho amplio que hace 20 años, y muestra clara de ello es que las marchas del orgullo se han convertido en actos de masas, cuando décadas atrás eran acciones muy marginales y muy polémicas.

En este caso también, la discusión se suele centrar en supuestos “casos extremos”: que si la participación de personas trans en competencias deportivas, que si los tratamientos con hormonas en personas que no tienen la mayoría de edad, que si los baños “neutros”. Al margen de la posición en cada uno de estos debates, lo que todos deberíamos tener claro es que son casos muy excepcionales estadísticamente, que son usados para hacer escándalo. Pero cada vez más gente responde afirmativamente a la pregunta de si todas las personas deben tener los mismos derechos independientemente de sus preferencias sexo-afectivas, y ese es un logro inimaginable hace dos o tres décadas.

La homofobia violenta y virulenta de los autodenominados “libertarios” (que en realidad militan por el recorte de las libertades) es una respuesta directa a estos avances. Hoy parecen poderosos e insultan impunemente. Causarán mucho dolor. Legitimarán la homofobia social, empoderarán a los violentos, derogarán leyes. Pero dudo mucho que, a largo plazo, puedan imponer su odio por encima del derecho al amor.

Otro campo en el que la reacción es respuesta muy clara a avances recientes es el de las políticas ambientales. Años atrás, éstas prácticamente no existían. Las empresas extractivas podían tirar desechos tóxicos en cualquier parte con mínima fiscalización, los autos podían tirar humo con plomo, los agrotóxicos no tenían ninguna regulación. No existía ningún plan y ningún compromiso concreto para reducir las emisiones de CO2. Los territorios de los pueblos indígenas no tenían ningún nivel de protección frente a la tala o las actividades mineras o petroleras.

Si bien aún los retos son enormes y, de hecho, estamos en una emergencia climática y ambiental, también es cierto que en los últimos 20 o 30 años se han multiplicado las regulaciones ambientales. Y ello ha sido gracias a la organización y lucha de grupos ambientalistas, personas afectadas por la contaminación, científicos conscientes, pueblos indígenas, jóvenes… De acuerdo: estas regulaciones son insuficientes, no se cumplen por completo, la naturaleza se sigue destruyendo a pesar de todo ello… pero aún así son una “molestia”. Por eso los sectores empresariales dicen que hay “demasiadas regulaciones” y en EEUU quieren tirarse abajo las entidades reguladoras federales y en Perú se quejan de la “tramitología ambiental”.

Hoy, Trump quiere retroceder en la transición energética, explotar más gas y petróleo mediante el fracking y eliminar muchas regulaciones ambientales. Parece dispuesto a cargarse toda la agenda ambientalista a la que considera parte del “virus woke” (cuando es simplemente hacer caso a la ciencia).

En igualdad de género, en diversidad sexual, en protección ambiental y en otros temas vemos este movimiento: avances destacables en los últimos años, y una violenta respuesta que quiere restaurar el estado de cosas anterior.

Sí pues: también después de que la revolución francesa decapitara a los reyes fue coronado Luis XVIII durante la restauración borbónica, también después de la Independencia sudamericana España trató de recuperar sus colonias y fracasó en el combate de 2 de mayo que aún celebramos.

Todo avance engendra al mismo tiempo una reacción, de allí la palabra “reaccionario”. Esa reacción, eventualmente, parecerá ser capaz de imponer una restauración conservadora. Es el movimiento de la historia. Pero, cuando uno tiene una mirada dialéctica, entiende que esa misma restauración conservadora engendra al mismo tiempo nuevas conquistas y una lucha aún más profunda por los derechos.

La resistencia de hoy será la revolución de mañana. Una vez que los seres humanos han abrazado el sueño de la igualdad y la libertad, es difícil pensar que las botas de los fachos podrán apagar esa llama.

https://wayka.pe/ataques-de-la-ultraderecha-son-respuesta-a-las-conquistas-de-derechos/

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